Observar a una mujer (u hombre) realizando este moderno baile que, más bien, tiene sus orígenes en los albores del erotismo humano, parece tener un poder hipnótico que los simples mortales no podemos resistir con tanta facilidad, y es que la crudeza prosaica del violento movimiento de caderas que agita la generosa grasa de las nalgas de una persona bien entrenada en dicho arte primigenio resulta repulsivo, atractivo y brutalmente excitante a la vez

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La chica no se da cuenta en un principio, pero al percatarse de la situación corre hacia la persona que está grabando y se pierde la imagen

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