¿Resucitó?

Por  Alejandro Ortiz Cotte | Publicado el 09-04-2015

Hablar de la resurrección de Jesús ha sido problemático desde finales del siglo XVIII. A partir de este momento con todo el proceso de la Ilustración iniciando y creciendo, el tema de la resurrección se volvió el perfecto pretexto para poder enjuiciar, desde el positivismo liberal o desde el incipiente cientificismo, a la religión en uno de sus puntos más importantes. Desde entonces se ha tratado de justificar desde un lenguaje moderno y lo más “científico” posible a la resurrección. A nivel masivo y público los intentos más visibles, aunque a veces pocos sólidos, son las investigaciones “históricas” de National Geographic o Discovery Channel. A veces con títulos provocativos o amarillistas se intenta responder desde una verdad científica a ciertos pasajes bíblicos que suscita el morbo o especulación de la gente.  Sin quitar las buenas intenciones de estos programas y reconociendo algunos buenos trabajos, el error fundamental de la mayoría de ellos, es que no saben cómo interpretar exegéticamente un texto bíblico. La exégesis (que literalmente significa “sacar a la luz”) es la ciencia de interpretar un texto bíblico desde los métodos históricos críticos. Métodos o procedimientos literarios, históricos, arqueológicos, lingüísticos y teológicos que retoman la “racionalidad simbólica” y recuperan la cultura oriental desde dónde fueron escritos. En la ciencia bíblica existe un desarrollo por siglos en la lectura exegética que nos permite, no desde una apología irracional ni en un pensamiento mágico, poder comprender con mayor certeza qué mensaje quiso escribir, o dejar a sus oyentes religiosos, determinado autor sagrado. De tal manera que podamos comprender que los textos bíblicos no tienen la primera y mucho menos la última finalidad de “explicarnos qué pasó”, (lógica de pensamiento occidental no oriental) como si fueran un libro de historia o de biología o de física cuántica, sino comunicarnos el mensaje teológico de tal acontecimiento, es decir, lo que le interesa al autor sagrado escribir es el porqué y el para qué de ciertos acontecimientos, descubrir en la historia qué está queriendo decir Dios a su pueblo, por tanto su lenguaje y gramática, para alcanzar altos grados de “sentido” y de profundidad recurre a la racionalidad simbólica, ya que gracias a la densidad simbólica el ser humano puede expresar las dimensiones más humanas, más profundas y más cercanas al Misterio.

Por lo anterior los “relatos” de la resurrección no quieren expresar cómo Jesús resucitó, ni le interesa narrar todos los detalles del hecho sino para qué y por qué resucitó. Preguntarnos ¿dónde, con quién y cómo podemos descubrir a Jesus vivo y resucitado hoy? Puede ayudar a comprender estos importantes relatos bíblicos. Preguntas que seguramente se hicieron muchos discípulos y personas que les costaba creer que Jesús estaba resucitado, ante lo cual y como una forma de responder se crearon literaria y teológicamente estos relatos. Podemos resumir una respuesta diciendo: los relatos de la resurrección quieren expresar la profunda esperanza de que Dios no abandona a las víctimas de los poderes históricos dominantes, no deja en la cruz a los inocentes sino que los resucita. Si los imperios –el romano con Jesús- matan a los inocentes Dios no se queda de brazos cruzados ni los abandona, los resucita. Entonces, podemos dar un segundo paso teológico. Desde la certeza de un Dios que por amor y sólo por amor resucitó a su hijo, la pregunta ahora es ¿dónde está el hijo de Dios vivo? Y la respuesta es: Él está en todo acto solidario, amoroso, justo, fraterno, como aquellos caminantes de Emaús que comiendo con un desconocido descubren a Jesús, o cuando Jesús les quita el miedo a la comunidad que se sentía abandonada, perseguida, llena de miedo y se pone a platicar con ellos, o cuando les brinda una cena con pescados fritos a sus amigos cuando regresan de trabajar (pescar). Dios está vivo en los actos amorosos que liberan o humanizan a las personas o comunidades perseguidas, asustadas, golpeadas, crucificadas.

Lamentablemente la semana santa se ha vuelto más un espectáculo que un tiempo donde se viva la solidaridad y el amor fraterno a los nuevos crucificados de la historia. Podemos decir con certeza que si algún cristiano busca a Jesús resucitado hoy, y lo hace en los templos no lo encontrará, se topará –mayoritariamente- con liturgias medievales (que pueden ser significativas para algunas personas) y recreaciones teatrales de los episodios de la semana santa, si lo busca en las calles encontrará peregrinaciones populares y también más espectáculos teatrales. Solo si lo busca entre los crucificados podrá encontrarlo. Jesús está vivo en el rostro de los padres crucificados por el dolor de sus hijos e hijas desaparecidos y por el olvido y negligencia de las autoridades, está muy vivo, trabajando, sudando y luchando desde las organizaciones que defienden los derechos humanos sobre todo de las personas más vulnerables de nuestras sociedades, poniendo su propia vida en riesgo. Sí, es un hecho que a Jesús lo vuelven a crucificar los poderes del mundo, pero también es cierto que Dios lo vuelve a resucitar para indicarnos que siempre y aun en medio de la peor crueldad e injusticia es más fuerte su amor y su justicia. Dios resucitó, está vivo,  sólo es cuestión de saber dónde buscarlo.

El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

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Dependiendo de la dosis recomendada, 1 sobre kamagra 100 mg es suficiente para 1-4 usos.

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