La gallina y sus pollitos

Por  José Alarcón Hernández | Publicado el 27-04-2015

“La naturaleza no nos otorga la virtud:

ser bueno es un arte”

Séneca

Tengo una gallina negra rayada que me regaló mi nana hace algunos meses.

La gallinita pronto estuvo en su primera madurez. Vive con un gallo rayado.

Me habían obsequiado otros dos pollos que pronto nos los echamos al plato.

La gallina empezó a poner huevos. Esta ave fue muy prolífica, puso medio centenar de blanquillos, uno cada tercer día. Esta fue la razón por la que no le torcimos el pescuezo, porque era una gallina muy fructífera y el gallo muy cantador y encantador.

Llego el momento en que la gallina cluecó y le echamos los huevos que había puesto.

Pasaron los veinte días y nacieron sus pollitos. Desde ese primer día esta preciosa ave cuidó como una madre cariñosa a sus polluelos.

Así pasaron los días y la nueva mamá atendía a sus pollitos con amor y esmero.

Al observarla se apreciaban sus “cualidades”. Cuidaba a sus pollitos, se esmeraba para que tuvieran que comer y los defendía de cualquier peligro. Se conducía con gran precaución frente a cualquier amenaza o riesgo.

Esta gallina negra convivía con otra amarilla. Ésta también se conducía como la negra. El comportamiento de aquella era similar al de la amarilla. También cuida a sus pollitos, les provee de comer, los acurruca. Los pollitos no se confunden, cada uno va con su progenitora. Las mamás son protectoras inigualables.

Las dos gallinas no morirán a manos de un ser humano; su comportamiento es de amor y de entrega para sus pollitos. Éstos van a donde la mamá camina y aún cuando ya tienen unas semanas de edad, todavía los acurrucan y duermen debajo de sus alas.

Por la noche cuidan que ningún agente externo los agreda o los mate.

La gallina y sus pollitos, caminan juntos, comen el alimento en su propio plato, rascan el suelo para encontrar lombrices, siempre en perfecta armonía, de tal modo que la conducta de estas aves es verdaderamente ejemplar.

En la noche, en el gallinero duermen juntos en la misma tabla, cada una con sus hijitos.

La mamá cuida a sus pollitos, no pelea, sí los defiende ante cualquier agresión.

La negra y la amarilla no entran en conflicto, cada una cuida a sus hijitos.

Estas aves, advierten que  cada una tiene sus  “derechos y obligaciones”; yo imagino que así se conducen, no porque piensen como los seres humanos pero sí, sus procederes son admirables.

No se registran en su comportamiento chismes o actitudes retadoras que las enfrenten con otras aves.

Eso sí, cuando llegan a querer comer aves extrañas como las urracas  y otros pájaros, no les impiden comer pero sí cuidan de sus pollitos de cualquier agresión de otros animalitos de su  especie.

Ahora que he relatado brevemente algún perfil de la gallina y sus pollitos, también es bueno caer en la cuenta del comportamiento de otras especies que casi en todos los casos procuran apoyar el nacimiento de sus descendientes.

Los apoyan, los ayudan, no se los comen, no los aplastan, no los abandonan, eso sí, los amamantan y pronto los enseñan a autoalimentarse y a defenderse por sí mismos de otros carnívoros.

También estos animales: borregas, chivas, asnas, vacas, yeguas, cuyo destino al final es la muerte, se cuidan y se defienden.

Su comportamiento parece racional como el de los seres humanos. Ellas no saben que algunas servirán para cargar, otras para arar, otras más para producir leche.

Ellas no saben que los productos que se desprenden después de proporcionar alimento a los seres humanos, los subproductos que cada una ofrece también son en beneficio de la raza humana.

Con estas líneas podemos advertir las similitudes y las diferencias entre, por ejemplo, las gallinas y sus pollitos y los seres humanos y su descendencia.

En este subreino animal se encuentran ejemplos de comportamientos adecuados a su propia naturaleza, similares o parecidos a los de los seres humanos.

Éstos comen, se visten, procrean y su mayor parte cuidan a sus hijos.

Hasta cierta edad los comportamientos de los seres humanos son más emocionales que racionales.

Con toda la capacidad de raciocinio y la posición de sentimientos, los seres humanos piensan en la riqueza, en como explotar a otros, en distinguirse de los demás, a veces para el bien, a veces para el mal.

Los seres humanos son un océano de bienes y de males.

Baltasar Gracián, en su “Oráculo Manual y Arte de Prudencia”, escribió, en el número 74: “No ser intratable. En lo más poblado están las fieras verdaderas. Es la inaccesibilidad vicio de desconocidos de sí, que mudan los humores con los honores. No es medio a propósito para la estimación comenzar enfadado. ¡Que es de ver uno de estos monstruos intratables siempre a punto de su firmeza impertinente! Entran a hablarles los dependientes de su desdicha, como a lidiar con tigres; tan armados de tiento, cuanto de recelo. Para subir al puesto agradaron a todos, y en estando en él se quieren desquitar con enfadar a todos. Habiendo de ser de muchos por el empleo, son de ninguno por su aspereza o entono. Cortesano castigo para éstos dejarlos estar, hurtándoles la cordura con el trato”.

Es oportuno tener presente estás palabras de Eurípides que escribió: “No hay ningún hombre absolutamente libre. Es esclavo de la riqueza, o de la fortuna, o de las leyes, o bien el pueblo le impide obrar con arreglo a su exclusiva voluntad”.

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