Hace unos días nos enteramos de que la puesta en órbita del satélite mexicano Centenario fracasó, ya que después de haber sido lanzado el cohete Protón que lo iba a poner en la posición adecuada perdió la señal y desapareció de los radares suponiendo que cayó en Siberia.
Lo que sería una nueva incursión del gobierno mexicano en la era espacial se vino abajo cuando después de 500 segundos en el aire el satélite explotó. En palabras de Gerardo Ruíz Esparza, Secretario de Comunicaciones y Transportes “con el inicio de operaciones de este satélite se reduciría la brecha digital en zonas marginadas, las instituciones de seguridad nacional tendrían una plataforma de vanguardia para cubrir todo el país incluido el mar patrimonial, y aseguró que representaría un avance en el mandato de la reforma constitucional en telecomunicaciones porque permitirá llevar banda ancha a las zonas más aisladas del país”.
La poca o nula experiencia e inversión de los últimos treinta años del gobierno federal en tecnología espacial en lo particular y en investigación y desarrollo tecnológico en lo general, nos ha llevado a la dependencia de otras naciones, empresas u organismos especializados como la NASA para poner en marcha los proyectos de telecomunicaciones para México. Así fue para los satélites pioneros mexicanos como el Morelos I y II, o Solidaridad I y II.
Esta vez el gobierno de la República confió más de 390 millones de dólares en la fabricación del satélite así como en su lanzamiento por la empresa Rusa Roscosmos y por International Launch Services (ILS) quienes, ahora serán los responsables de ubicar los restos del satélite y cumplir con las cláusulas de los seguros de cobertura amplia.
Para octubre próximo se tiene previsto el lanzamiento del satélite Morelos 3, desde Cabo Cañaveral, a cargo de la empresa Lockheed Martin Commercial Launch Services, con el propósito de cumplir con las mismas funciones de conectividad que el satélite Centenario: proporcionar servicios móviles de voz, datos y video para personas, vehículos terrestres, aeronaves y buques.
El modelo a seguir en esta materia en América Latina es Argentina que a partir del 2003 bajo el gobierno de Nestor Kirchner después de 50 años recuperó la industria satelital y relanzó la política de innovación tecnológica, fundando la compañía ARSAT en 2006 restableciendo la soberanía satelital, con lo que argentina ingresó al grupo de naciones líderes en el tema como son EEUU, China, Japón, Rusia, Israel, India y la Unión Europea. Con esto el país sudamericano no sólo tendrá un ahorro de 25 millones de dólares anuales, sino que ha creado más de 3,000 empleos calificados en el sector de telecomunicaciones.
Sin duda hoy la pauta la marcan los argentinos que en octubre del año pasado pusieron en órbita el primer satélite geoestacionario ARSAT 1 y está en preparación los satélites ARSAT 2 y ARSAT 3, que proveerán de telecomunicaciones a toda la región, consolidando a los argentinos como pioneros de la carrera espacial en latinoamérica.