Antropología teológica desde la modernidad

Por  J. Alejandro Ortiz Cotte | Publicado el 04-06-2015

Acabo de terminar un curso que trató de pensar desde la teología ¿quién es el ser humano hoy? Esta pregunta aunque es muy antigua sigue siendo necesaria. Seguirá acompañando el caminar humano por siempre, ya que el ser humano por ser exactamente eso, humano, siempre pensará sobre mismo y sobre su entorno, y esto no es sólo por “naturaleza” sino por necesidad. Necesidad de volver a plantear si su existencia tiene un sentido, un propósito, un “para qué”. Y esto sucede cada vez que el ser humano se encuentra en nuevas situaciones, en circunstancias diferentes, en procesos sociales limítrofes o que simplemente tenga la necesidad de preguntarse por algún motivo.

La pregunta por tanto es muy humana, y las respuestas también, aunque sean tantas y tan diversas. Un tipo de respuesta proviene de la teología. Esto significa responder formalmente (objetiva y racionalmente) desde los parámetros de lo religioso o sagrado, sin quitar ni la dimensión simbólica ni la dimensión interdisciplinar. Esto quiere decir que siempre la teología se ha auxiliado de otras ciencias para poder expresar su Palabra (por ejemplo la filosofía o la sociología) y que la ha expresado también, a través de una racionalidad simbólica que no significa que sea irreal, metafórica o falsa, sino otra manera de expresar lo más humano, otra forma de construir la verdad.

Por cuestión de espacio no me es posible decir todo lo que uno quisiera decir de todo el aprendizaje del curso mencionado sino que solamente dará oportunidad de insinuar algunas ideas, que considero relevantes para el hoy.

En los tratados de antropología cristiana o teológica uno de los rasgos definitorios es que Dios nos creó, que nos creó por amor y que estamos hechos a su imagen y semejanza. Esto significa en pocas palabras que para la tradición bíblica una de las características que identifican a Dios es su amor en sí, que implica definirlo como tal (Dios es amor, Dios es compasivo, etc.) y que todo acto de él es por la misma causa: su Amor hacia los demás. Esto implica, desde la fe cristiana, que si somos hijos de Dios y si somos su imagen y semejanza, lo que nos debe distinguir, como a Él, es nuestra esencia amorosa y nuestros actos, por ende, amorosos. 

Lamentablemente la palabra amor ha sido tan manipulada y manoseada que esto que es tan  profundo resulta ligero y superficial. Sin embargo creo que debemos recuperar esta noción, quitarle lo cursi, lo consumista, lo poco racional y volverla humano, y decir explicarla desde las ciencias modernas definiendo qué es el amor o qué significa que seamos amor, con todas las consecuencias que esto implica. De tal manera podríamos buscar en la historia de nuestra propia evolución que uno de los saltos que nos hicieron evolucionar fue cuando nuestros ancestros se pararon y dejaron de moverse en cuatro patas, esto implicó que evolucionáramos en muchos sentidos pero uno de ellos y poco hablado es que al estar parados los actos sexuales tuvieron que cambiar, logrando que el acto sexual pudiera ser ahora rostro a rostro, cara a cara y por tanto mirando a los ojos y propiciando caricias. Evolucionamos para poder expresar mejor nuestros sentimientos a nuestra pareja. Biológicamente también estamos hechos para amar. Tenemos más de un millón y medio de sensores en la piel, esto significa que la piel además de protegernos del medio ambiente también la tenemos para dar y recibir caricias. Percibimos olores en común y que nos hacen atraernos como humanos en nuestras relaciones también “olemos” el peligro, etc. Por tanto desde la evolución, desde la biología, desde la química y desde la nuestro cerebro estamos constituidos para poder construirnos como seres humanos amorosos. Dice la piscología moderna que el sentirnos amados y protegidos en los primeros días, meses y años de nuestra existencia ayuda a establecernos como personas sanas. Esto significa que cuando decimos Dios es amor y nosotros sus hijos e hijas también,  estamos diciendo en correspondencia con la ciencia moderna que estamos constituidos biológica, química, física, evolutiva y eléctricamente para poder amar y ser amados y en eso se nos va la existencia, en la construcción amorosa de nuestra persona a través de nuestras relaciones humanas y eso no sólo es querido y deseado por Dios sino que es parte constitutiva de Él mismo. Amor es la palabra que más nos acerca a Dios mismo no hay duda. En tiempos de violencia y crueldad no es necesario volvernos religiosos metidos en el templo pidiendo por la paz, sino simplemente recuperar nuestra humanidad ya que somos conscientes que somos seres amorosos podremos resituar nuestras relaciones de otra forma y nuestra sociedad empezar a transfórmala. Es cierto, falta mucho por hacer, pero el primer paso es reconocernos como una especie, que nos identifica de modo sublime el AMOR. 

El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

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Dependiendo de la dosis recomendada, 1 sobre kamagra 100 mg es suficiente para 1-4 usos.

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