El proceso electoral ha concluido y los resultados son de todos conocidos, tanto a nivel nacional como a nivel local. En el primer caso, el PRI ha obtenido una mayoría que lo deja como la primera fuerza política del país, muy a pesar del desgaste y las pifias del gobierno federal, (reforma fiscal y educativa incluidas). En el segundo caso, es decir en el ámbito local, los resultados son completamente diferentes: la elección arrojó un equilibrio de fuerzas y mejor aún, el PAN ha duplicado prácticamente el número de diputados federales con respecto al año 2012 y, comparado con la última elección intermedia federal de 2009, ganó espacios al grado de ser éste el segundo mejor resultado en la historia para el PAN en elecciones de diputados federales. Que no se nos olvide: ésta elección puede entenderse como una especie de aprobación o no al gobierno federal, no al estatal; siendo así, es claro que la mayoría de los poblanos le quitaron espacios de representación al PRI.
No debe perderse de vista otra realidad: en un ejercicio de autocrítica, si bien el PAN obtuvo resultados positivos, éstos pudieron ser mejores. Queda demostrado que las alianzas llegaron para quedarse en el sistema electoral mexicano: así ganó el PRI en no pocos distritos el 7 de junio, y así hemos ganado en el PAN a nivel local tanto en 2010 como en el 2013. Haber ido solos a la elección, por más que insistan en lo contrario Rafael Micalco y los auto denominados panistas puros, se trata de una visión miope: prefieren seguir participando para perder, porque para ellos no es importante llegar al poder para generar bien común; antes bien, prefieren controlar el partido como un ente estéril que sólo hace
campaña para dar testimonio de una noble participación electoral. No leyeron –o no entendieron- a Gómez Morín, que quería del PAN un instrumento ciudadano para cambiar la realidad desde los espacios públicos y no una mera academia de doctrina generalmente mal interpretada por dichos “iluminados”.
Lo que hay que evaluar seriamente en estos días es el papel que jugaron en la elección algunos “líderes” del partido, esos que se dicen “históricos y con pedigrí” y que están agrupados en un pequeñísimo bloque poco representativo encabezado por el presidente estatal, Rafael Micalco. Una de las obligaciones del panista es la participación permanente y desinteresada en los procesos internos y constitucionales; no hacerlo puede tener varias explicaciones, pero hacerlo en contra de los intereses de la institución y sus candidatos debería ser motivo de sanción. La cosa se agrava más cuando la no-participación o, mejor dicho, la contra-participación proviene del líder estatal: eso se llama traición y no es poca cosa.
En el PAN se avecinan tiempos de cambio: la renovación del Presidente del CEN, la elección de un nuevo Consejo Estatal en Puebla y la inminente salida de Rafael Micalco del CDE. En el primer caso, contamos con la visión esperanzadora de Ricardo Anaya, quien ya fungiera hace no mucho como jefe nacional con estupendos resultados, sobre todo en cuanto a fortaleza en el discurso y posicionamiento en el ámbito nacional frente al PRI-Gobierno. En el segundo caso –Consejo y líder estatal- también es alentador el panorama: necesitamos un partido que vaya auténticamente de la mano y al mismo tenor que el panismo que está transformando Puebla, para consolidar al estado como un bastión
nacional gracias a la estupenda bitácora de resultados gubernamentales encabezado por Rafael Moreno Valle. Este panorama es impostergable, para dejar atrás esa visión anquilosada y romántica, de poca acción concreta y mucha saliva en medios, de poca aportación y excesivo protagonismo. Y es que en el PAN poblano cabemos todos, en una misma dirección, la dirección que ha dado resultados ganando elecciones y gobernando para el bien común. Cabemos todos los que apelamos al trabajo político y no sólo a la alcurnia del pasado, porque todos somos iguales y queremos un mejor partido que sea sustento de un buen gobierno, como se está demostrando en el ámbito estatal y municipal.
Dependiendo de la dosis recomendada, 1 sobre kamagra 100 mg es suficiente para 1-4 usos.