Un director de cine debe tener personalidad, bagaje y especialmente un estilo propio. Lo tenía Hitchcock, lo tenía Kurosawa, lo tenía Wilder y lo tenía Bergman, entre muchos otros. A David O. Russell, que vuelve a dirigir por tercera vez consecutiva a Jennifer Lawrence junto a Bradley Cooper le falta algo de eso: estilo propio. Eso sí, lo compensa con una fórmula de corrección y unos cánones que sabe que gustan y arreglan lo que pide cada uno de sus filmes.
Si obviamos The Fighter (grandísima película que precisamente es la mejor de la filmografía de O. Russell), sus siguientes filmes son muy similares entre sí: El lado bueno de las cosas, La gran estafa americana y en este caso tenemos Joy. El resultado de las anteriores fue bueno y los premios que fueron cosechando también las encumbraron entre público y crítica.
En Joy el realizador sigue los mismos patrones marcados por estas dos películas: mucha corrección formal, equipo técnico similar y bastante normalidad a la hora de tratar temas de superación personal, la búsqueda de la felicidad y la difícil lucha por perseguir los sueños.
Joy se mantiene gracias a toques de ingenio interpretativo de Jennifer Lawrence, quien encarna a la protagonista, una inventora que tuvo que soportar deudas acuciantes que casi llevan a la ruina a su familia, a pesar de ser una ingeniosa creadora de objetos novedosos como una original fregona fabricada de algodón, eficaz y resistente.
Fuente: http://es.ign.com/movies/99075/news/critica-de-joy-con-jennifer-lawrence