La vida puede estar en otra parte. No necesariamente en el sitio al que llamamos hogar. Pero para llegar a él, ¿debemos alejarnos de las raíces? No necesariamente. En algunos casos, como el de la protagonista de Brooklyn, solo es necesario amar.
En esta película, adaptada de la novela de Colm Toibin, Eilis Lacey (Saoirse Ronan) encuentra el amor que necesitaba en un chico de raíces italianas que conoció en Brooklyn (New York). El relato se remonta a 1952, cuando la joven deja su hogar en Irlanda, donde vive a lado de su madre y hermana, para migrar a Estados Unidos con deseos de encontrar trabajo bajo la tutela del padre Flood (Jim Broadbent).
Durante su estadía en Brooklyn, donde vive en una casa de huéspedes junto a otras cuatro chicas, Eilis intenta adaptarse trabajando como vendedora y lidiando con la nostalgia. Extraña tanto su hogar que sus actividades se ven opacadas por aquel sentimiento. Y cuando conoce a quien la estabiliza emocionalmente, vuelve a afligirse debido a una inesperada noticia que la obliga a regresar a Irlanda, donde debe tomar una difícil decisión, sacrificar un trabajo anhelado o un amor irreemplazable.
De sonreír a la vida, con el amor bajo el brazo, pasa al dolor y la indecisión por quedarse en Irlanda o regresar a la persona que iluminó su corazón. Ronan toma las riendas de la película y traslada su empatía a estos contrastes. En la introducción se presenta naturalmente como una joven insegura de su futuro. Y durante la conclusión se la ve como una mujer con convicción, que cruza el océano incluso dando consejos a una joven que le recuerda a su pasado impregnado de desconcierto. Esta y otras escenas se imprimen con sobriedad y la música de Michael Brook se escucha sensible y emotiva. Son características principales de una película que no cae en el melodrama.
Fuente: http://www.ultimahora.com/brooklyn-el-hogar-donde-vive-el-amor-n964668.html