En el número 13 de la antigua calle de Escalerillas, hoy República de Guatemala, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, se ubicaba la imprenta de Luis Abadiano y Valdés. El dato aparece impreso en la carátula de uno de los múltiples cuadernillos que salían del taller junto a otra leyenda: “Modo fácil, breve y provechoso para visitar al Santísimo Sacramento siete veces al día, en honor y memoria de sus siete sacratísimas efusiones de sangre”. Más abajo también fue impreso un pequeño dibujo religioso, los datos del establecimiento y el año de producción: 1840.
Como aquel pequeño cuadernillo, de no más de diez por ocho centímetros, se imprimieron millares en la naciente nación mexicana. Una exposición que busca ilustrar cómo evolucionaron las artes gráficas en la historia nacional reúne más de 250 piezas, entre novenas, alabados, triduos y otros géneros de la literatura religiosa ordenadas de manera cronológica, en el Museo Nacional de la Estampa a partir del 4 de mayo próximo.
Titulada Con licencia eclesiástica. El impreso religioso mexicano de los siglos XIX y XX, la exposición forma parte de las actividades con las que el museo está celebrando 30 años de existencia. Curada por Raúl Cano Monroy incluye afiches que van desde 1808 hasta los últimos años del siglo XX. “Eran impresos que la gente compraba para rezar en su casa, servían para los ritos particulares”, dice el curador. Hasta ahora el tema se había conservado prácticamente inédito.
En 1921 Gerardo Murillo Dr. Atl mencionó en su libro Las artes populares en México algunos ejemplos de literatura religiosa, pero los agrupó en la misma línea que los cancioneros, los corridos y las hojas volantes de noticias. Para elaborar la muestra, el curador revisó más de cuatro mil piezas de una colección privada y, aunque identificó más de 350 imprentas, casi todas de la Ciudad de México, limitó su selección a la de ocho imprentas que lideraron el mercado.
Los primeros ejemplares corresponden a 1808 y fueron hechos por la imprenta de Alejandro Valdés que subsistió hasta 1920; los más recientes corresponden a la imprenta de Eduardo Guerrero —que en su momento de más bonanza compitió con la famosa de Vanegas Arroyo, que utilizó ilustraciones de Posada y Manilla— que fue abierta alrededor de 1900 y cerró alrededor de 2012. De ese establecimiento surgieron la Tepeyac, abierta por un extrabajador de la Guerrero, y la San Judas Tadeo, una de las únicas que se ubicó en la periferia de la ciudad, en Naucalpan.
La mayoría de los ejemplares incluían rezos y alabanzas e iban acompañados de pequeñas ilustraciones de los santos a los que estaban consagrados. Los más solicitados fueron los de la Virgen Dolorosa, de Guadalupe o la Santísima Trinidad; Cano Monroy estima que en el mejor momento, una imprenta pudo llegar a producir hasta 15 mil ejemplares de un solo cuadernillo por mes. Esta literatura religiosa, piensa, no sólo sirvió como forma de devoción sino también en algunos casos como una manera de acercarse a la lectura entre la población general.
A la par de esta muestra será inaugurada El saber gráfico. Una perspectiva sobre la colección del Museo Nacional de la Estampa a 30 años de su fundación, curada por Erik Castillo. Integrada por más de 140 imágenes elaboradas por más de 80 autores, la exposición ofrece un panorama histórico de la disciplina gráfica en México. Las obras han sido escogidas de entre las 12 mil 126 piezas con que cuenta el museo e incluyen piezas de Juan Soriano, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Arnold Belkin, entre otros.
Fuente: http://www.excelsior.com.mx/expresiones/2016/04/30/1089715
