Miguel Moto V. (Segunda y última parte)

Por  José Alarcón Hernández | Publicado el 30-11-2015

Miguel se relacionó con los ocho presidentes municipales que tuvo la ciudad de Puebla: Ramón I. Guzmán, Leopoldo R. Galván, Dr. Antonio Aparicio, Sebastián Ordiano, Salvador Espíndola, Francisco Lozano Cardozo, Lic. José Monteverde y el Ing. Juan B. Juárez.

Miguel tuvo algún trato con los directivos del Colegio del Estado, don Felipe T. Contreras, Ernesto Solís y Francisco L. Casiano.

Ya desde esos tiempos la relación del gobierno con el entonces Colegio del Estado fue especialmente cuidadosa.

El Dr. Alfonso Cabrera Lobato, clausuro el Colegio del Estado por labor sediciosa de los estudiantes.

Miguel participó en la integración del nuevo TSJEP, por la entrada en vigor de la nueva Constitución, y trató con su presidente, el licenciado Lino Espinoza Bravo, quien había sido magistrado de número, el cuarto, del antiguo régimen, entre  1911 y 1917.

Miguel no era ajeno a los acontecimientos que se sucedían en el mundo. Asistió, sin duda, a observar el cinematógrafo mudo, el cual proyectó la novela adaptada de Federico Gamboa, “Santa”, que tanta audiencia alcanzó. También se mantuvo enterado a través de las publicaciones periódicas del fin de la Primera Gran Guerra, el 11 de noviembre de 1918.

A principios de 1919, Moto, en representación del gobernador del estado, Dr. Alfonso Cabrera, participa en la inauguración de dos nuevas fábricas textiles: “San Ignacio” y “Santa Teresa”. Por cierto, dos años antes, algunas fábricas textiles dejaron de figurar en el estado: “María del Carmen”, “La Mexicana”, “La Liberal” antes, “La Paz”, y “La Gloria”.

Las relaciones no eran sólo con los empresarios, también tenían curso con el clero católico y con alguno que otro de alguna iglesia que no tenía mayor presencia.

A partir de la revolución de 1910, de hecho hasta la guerra cristera, 1926-1929, las relaciones con la iglesia católica fueron complejas y de enfrentamiento.

Los diversos gobiernos, federal y estatal hostigaron al clero y a la iglesia, a la cual le expropiaron la mayor parte de inmuebles, que comprendían escuelas, hospitales y hasta templos, como el de San Pablo, ubicado en la 18 poniente y 11 norte.

A don Ramón Ibarra y González, primer arzobispo de Puebla, que gobernó la arquidiócesis entre 1904 y 1917, le correspondió un periodo difícil del porfiriato a la revolución. Esos años fueron particularmente difíciles para don Ramón, sufrió los disgustos que le produjeron los enfrentamientos bélicos de los diversos grupos de la revolución y padecer agravios para su clero y para él, incluido la expropiación de los bienes del clero.

Entonces era gobernador el Dr. Alfonso Cabrera Lobato, joven médico que se había incorporado a la revolución por su relación con don Francisco I. Madero.

Las relaciones del sucesor de don Ramón, el arzobispo Enrique Sánchez  Paredes, originario de Amozoc, 1919-1923, fueron de algún modo, entre clero, fieles y gobierno menos difíciles. Don Enrique era un hombre sabio, prudente, ecuánime, que prefería dialogar en vez de guerrear.

A don Enrique le tocó un periodo de interrupciones que se expresa con el hecho de que, durante su mandato hubo once gobernadores: Dr. Alfonso Cabrera Lobato, Lic. Roberto Labastida, Crnl. y Lic. Carlos García, Gral. Rafael R. Rojas, Lic. Luis Sánchez Pontón, Profr. Claudio Nabor Tirado, Gral. José María Sánchez, Lic. Arcadio Escobedo, Profr. Froylan C. Manjarrez, C. Francisco Espinosa Fleury y Lic. Vicente Lombardo Toledano.

Es fácil advertir, que por los periodos tan cortos de gobierno, el arzobispo Sánchez Paredes, apenas habrá hablado alguna ocasión con ellos, porque cuando quería comunicarse otra vez otro era el gobernador.

No hay que olvidar que el gobierno federal, los presidentes de la república de ese periodo traían entre ojos al que fue su enemigo feroz, el clero.

El 22 de mayo de 1919, el gobernador Alfonso Cabrera junto con Miguel Moto, inician las obras de pavimentación de la ciudad de Puebla. Dos meses después, el 24 de julio de 1919, el gobernador clausura el Colegio del Estado, justificando su resolución, porque en el establecimiento se hacía labor sediciosa, se redactaban artículos con lenguaje soez y se mantenía correspondencia con jefes rebeldes zapatistas, principalmente con Fortino Ayaquica, quien meses después complicaría la situación política al asesinar a los hermanos Pinzón y a Armando “El Orejón” Piña.

El licenciado Moto le dio seguimiento a estos problemas y el 4 de noviembre reabrió el Colegio del Estado. La actitud mostrada por el gobernador contra los estudiantes mermó su confianza y su prestigio.

El 28 de febrero de 1920, después de haber obtenido la rendición de los zapatistas de la zona de Chiautla: Ramón Baeza y Carlos Figueroa; Miguel Moto presenta su renuncia como Secretario de Gobierno. No era para menos, habían matado a varios.

Cuatro años después, Miguel fue nombrado quinto magistrado suplente, del TSJEP por decreto del 4 junio de 1924, siendo gobernador el general Alberto Guerrero.

Miguel registró su título para ejercer la profesión ante el TSJEP el 22 de julio de 1933.

El desempeño de Miguel, resultó necesario para un gobernador que no era abogado, sino médico que había participado, siendo aún estudiante, en la Revolución Mexicana.

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