La banda de la bici

Por  Erika Cruz Torres | Publicado el 17-02-2016

Las rebeldes, las inadaptadas, las locas, las insumisas, las libres, las que estorban.

Las personas invisibles que están por todos lados, que se aparecen de repente,  que no deberían ir por la calle, que les gusta el peligro, que son inconscientes y que estorban… son algunas de las etiquetas  que asignan a las ciclistas las personas que conducen autos, camionetas y camiones.

¡Loca!, ¡vete a tu casa!, ¡quítate del camino!, ¡para eso están los puentes!, y otras groserías a gritos o con el sonido del claxon, son algunas de las expresiones que nos gritan a quienes tomamos la bicicleta para transportarnos de un lugar a otro.

Y el uso de la bicicleta no es ninguna expresión “chaira”, de moda, hípster o algo parecido, es usar un medio de transporte que existe hace siglos.

México, contrario a lo que actualmente refleja el gasto del presupuesto nacional, estatal y municipal fue un país bicicletero. Más de un producto (el pan, la leche, las cartas, el telegrama) o servicio (jardinería, afilador) usaba la bicicleta como medio de transporte.

La bicicleta además, no era un símbolo de pobreza, al contrario, los primeros profesionistas de la Universidad autónoma de Puebla, orgullosamente se transportaban en bicicleta a sus clases.

¿En qué momento nos convertimos en un calabozo automotriz?

Es curioso escuchar lo mal que la pasan dentro de los embotellamientos, lo mal que se planea el asunto de las calles y puentes, lo mal que funciona el policía o tránsito para agilizar la circulación vial, lo mal que conducen las personas, el pésimo estado del asfalto. Pero poco o casi nada se habla de lo mal que enfocamos las soluciones.

Disminuir el atasco vehicular con más puentes y corredores viales, es como disminuir la obesidad con dulces. Es decir, con el cambio de paradigma en el sistema económico, nos vendieron y nos compramos la idea de que el auto es un símbolo de mayor estatus, un símbolo de poder que señalará a quien no cuenta con uno, como una persona fracasada que no ha hecho bien las cosas, incluso si cuenta con un vehículo de más de 5 años de antigüedad.

Por lo tanto, la prioridad en planeación y políticas públicas es el espacio para el auto. ¡Y cuidado!, no para la persona que conduce, sino para el vehículo. ¿Por qué? Porque todos somos peatones en algún momento, aunque no lo creas, es posible estacionarte a una calle de la escuela de tus hijos y caminar para ir por ellos, también es posible estacionarte a dos cuadras del banco y caminar hacia la sucursal para realizar tus movimientos, también es posible estacionarte un poco alejado del mercado y llevar tus compras caminando un poco.

Actualmente las ciudades no responden funcionalmente a las necesidades de las personas, responden a necesidades económicas que políticamente generen comodidad para los intereses imperantes en el poder. Quienes contribuimos con nuestros impuestos para las mejoras en la ciudad no importamos para la planeación, ni para la evaluación.

Las ciudades están transformándose a lugares exclusivos para máquinas, si no tienes un motor, es casi imposible que te puedas mover en la misma, y si por algún motivo te involucras en un accidente, seguramente tendrás más culpa quien no tenga al motor de su lado.

Pero tampoco importamos en tanto nuestro uso personal se distinga por alimentar estas costumbres poco humanas, poco saludables, poco sustentables y poco prácticas.

El automóvil es un medio de transporte, no una forma de vida; pero si contamos el número de horas que se puede pasar atrapada dentro de uno de estos artefactos que ahora son capaces de crear tu propio microclima, microambiete, y microespacio donde nadie puede invadirte; estamos generando entonces individuos desarraigados  de su entorno, generando una forma de vida en isla.

Por lo tanto, para cualquier individuo que pase más de una hora y media en este microambiente, mínimo dos veces al día, será incómodo e incluso inconcebible usar otro medio de transporte, por ejemplo el transporte público, donde tenga que ceder parte de su espacio vital, de su temperatura corporal, e incluso la selección musical no será la que escoja.

Entonces es muy fácil criticar que el sistema RUTA ha traído beneficios a la ciudad, ha desahogado de microbuses y camiones las calles y brinda un servicio de calidad a los usuarios que por tontos o inadaptados se quejan tanto (por si acaso todas estas características del RUTA son sarcasmo).

Es entonces cuando cobra sentido que cualquier otro medio de transporte como la bicicleta sea un quítate, de una loca, una arriesgada y un estorbo.

Tal vez por esta concepción, es que ahora se califica como personas extraordinarias a quienes decidimos usar la bicicleta como forma de conservar la salud mental más que la física (aunque también contribuye mucho a ésta última), a quienes decidimos alejarnos de los pretextos para convivir de otra forma con la ciudad, con la persona que camina, con la persona que está enojada dentro de su auto, con la persona que es intolerante o incluso con la persona que no respeta a los demás ya sea en auto, autobús, taxi, bicicleta o caminando.

La banda de la bicicleta necesita incrementar, necesitamos más rebeldes, más libres, más lindas y locas. No esperes a que dibujen un carril, dibújalo en tu mente y ve constante, sin vacilar y con tu seguridad ante todo.

La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

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