La mano invisible de Uber

Por  René Sánchez Juárez | Publicado el 18-04-2016

El servicio de transporte privado Uber, llegó a México desde 2013, no fue sino hasta 2015 con las quejas de los transportistas regulados -taxis y sitios- en contra de éstos que paradójicamente provocó mayor publicidad y aumentó hasta 500% la descarga de la aplicación en diversas plataformas móviles.

La llegada de Uber polarizó a los usuarios, entre aquellos que defendían su arribo a las grandes ciudades por los beneficios que ofrecen, comodidad, seguridad, mejor costo y servicio; así como los que aseguraban que tenían que regularse ya que, además de ser una competencia desleal, no pagan impuestos y los derechos como lo hacen los concesionarios del servicio público llamados Taxis.

Actualmente la disponibilidad de Uber se encuentra en 14 ciudades del país, el rechazo de los taxis regulados es general, no así de algunos gobiernos locales, quienes han promovido la legalización del servicio privado y de plataformas tecnológicas como Uber, bajo el argumento de que nos estamos adaptando al cambio tecnológico para bien de todos. Pues la realidad nos demostró que esto no es así.

La contingencia ambiental que se ha vivido en los últimos días en la ciudad de México y su área metropolitana, debe considerarse una crisis  y por lo mismo es necesario tomar medidas  extraordinarias como el doble “hoy no circula”. Esto nos permitió no solamente observar la falta de capacidad del transporte público para atender la demanda de servicios, sino también evidenciar que una de las supuestas alternativas, Uber, aprovechó la oportunidad para “sacar el cobre” y cobrar tarifas hasta un 900 por ciento más caras. La reacción de los usuarios no se hizo esperar manifestando su desacuerdo y culpando a la autoridad por su incapacidad para evitar estos abusos, pues mientras el servicio público fue gratuito aunque insuficiente, la plataforma “neoyorquina” se daba vuelo cobrando lo que quiso. En esta ocasión se impuso la ley del mercado, “la mano invisible de Uber” pudo más que la necesidad y la contingencia, aunque en eso no estaba pensando Adam Smith, cuando escribió la “Teoría de los sentimientos morales”. Uber se escudó en la ley de la oferta y la demanda y los usuarios se quedaron pasmados ante la falta de una regulación o una autoridad a la que pudieran recurrir al ver afectados sus intereses como consumidores. El gobierno de la Ciudad de México cargó con las culpas, obligando al Jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera a “negociar” con Uber, el reembolso de los cobros abusivos y ofrecer servicios gratuitos como compensación. ¿Donde quedó el libre mercado? Mancera demostró que eso no existe, por lo menos en la Ciudad de México. Ahí si se vio la mano del gobierno.

No nos apartamos, de que vivimos en una economía de libre mercado, lo cierto es que Uber evidenció que es necesaria la intervención del Estado y un marco regulatorio que garantice el interés social sobre el interés particular; sin embargo, la otra pregunta que nos surge es ¿qué tan socialmente responsable es que una empresa privada se aproveche de una situación de contingencia con riesgos para salud?

El gobierno de la Ciudad de México actuó; sin embargo, no se acordó nada de determinar tarifas fijas o accesibles a los ciudadanos. El problema continua y ciertamente el “doble hoy no circula” es una parte de la solución pero para ir al fondo y estar preparados para resolver esta circunstancia, es necesario la elaboración de políticas públicas que atiendan el tema ambiental de manera transversal. La prioridad de estas políticas es alta, y requiere de una intervención del gobierno federal y los estados de la llamada “megalópolis”, así como del sector empresarial y de servicios, académicos y organizaciones de la sociedad civil entre otros.

Es cierto que el actuar de la autoridad y la implementación de leyes que regulen la materia ambiental tendrá efectos no determinados, pero si calculables, que eviten dañar la marcha de la economía de la Ciudad de México y los municipios conurbados del Estado de México que son los mas industrializados y que sin duda contribuyen en la emisión de gases y residuos contaminantes. El otro gran reto es el uso eficiente del agua. En vía de mientras esta crisis “encueró” a Uber, que perdió la credibilidad de sus usuarios y de la opinión pública, aunque sus promotores traten de justificar lo injustificable.

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