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Viernes, 23 Junio 2017 19:55

Cuando las palomitas fueron prohibidas en las salas

Por  Staff Puebla On Line

¿Concebirías ir al cine sin palomitas? Hoy en día no podemos imaginarnos acudir a un estreno filmográfico y no disfrutar del aperitivo más internacional, pero hubo un tiempo en el que esto no era así.

Antes de la Gran Depresión, comer dentro de un cine era algo impensable, se trataba de una forma de ocio reservada a personas de clase alta, ya que era un entretenimiento que requería saber leer para ver la película. Hasta entonces, la educación era un privilegio reservado a las personas más adineradas de la población, y el cine era un lugar distinguido y elegante en el que había incluso un guardaropa para los abrigos. Por aquel entonces, ir al cine era algo comparable a asistir a la ópera, aunque mucho más económico.

Para entender cómo pudieron llegar a prohibirse las palomitas en el cine, debemos ponernos en contexto y conocer un poco de la historia de este rico aperitivo. A mediados del siglo XIX, las palomitas se hicieron famosas como alimento de disfrute en la calle, y esto ocurrió gracias a que es un snack barato y sencillo de producir masivamente, por no hablar del increíble olor que desprende. Fue este delicioso olor el que propició que los paseantes se pararan a comprarlas y se convirtiera en la comida favorita para disfrutar del circo, eventos deportivos o ferias. De hecho, el único lugar en el que no encontraríamos palomitas por aquel entonces era el cine.

 

La astucia de los vendedores y las largas colas para entrar en el cine les llevó a instalarse frente a la puerta de los mismos, y la gente, atraída una vez más por el irresistible olor de las palomitas comenzó a comprarlas e introducirlas en las salas de forma oculta. Y esto no fue nada bien visto. Los empleados de los cines empezaron a requisar las palomitas a la entrada, por lo que este famoso aperitivo se convirtió en algo prohibido.

Hasta 1927, cuando las películas comenzaron a producirse con sonido, las palomitas estaban prohibidas. Sin embargo, durante la Gran Depresión el cine era una vía de escape barata para que los espectadores pudieran distraerse, y el hecho de que en las películas ya no fuera necesario leer logró popularizar esta forma de entretenimiento. Además, los dueños de los cines vieron en esta masificación la oportunidad de seguir generando ingresos en un momento de crisis económica mundial.

Gracias a la popularización de esta forma de ocio, hoy podemos disfrutar comiendo palomitas en la butaca de nuestro cine favorito.

Fuente: http://ecodiario.eleconomista.es/

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