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Viernes, 08 Junio 2018 19:22

No una soy bruja, opresión contra las mujeres en África

Por  Staff Puebla On Line

En algunas comunidades las cacerías de brujas aún existen. No soy una bruja (I Am Not A Witch) no nos conduce a las hogueras de Salem, pero sí mantiene la esencia de la persecución anclada en las mismas bases de antaño: el miedo al otro, el desconocimiento como catalizador de actos ruines, bajos y atentados contra vidas inocentes.

Rungano Nyoni nació en Zambia aunque fue criada en Gales, y para su ópera prima eligió una historia que a través de silencios, obediencia y sometimiento coaccionado, de fondo nos muestra la opresión sufrida por mujeres en su país natal. Ella misma visitó un verdadero campamento de brujas en Ghana como parte de su investigación para la confección de esta particular ficción.

En la secuencia inicial, capturada con poética resignación por el cinefotógrafo colombiano David Gallego (El abrazo de la serpiente), se nos presenta a un grupo de turistas que descienden de un camión y observan una fila de mujeres sentadas en el piso –como animales exhibidos en un zoológico–, encadenadas por un listón blanco. Más adelante sabremos que si lo cortan, se convierten en cabras, de acuerdo con las creencias populares. Shula (la revelación Maggie Mulubwa, estupenda en cada toma, en cada matiz) tiene ocho años y es huérfana. Deambula por una comunidad y nimiedades hacen creer a los oriundos de la zona que es una bruja, la pequeña entonces es sometida a un “juicio” y tras una “prueba” cargada de superstición y completamente refutable es condenada. ¿El castigo? El exilio a un campamento de otras “brujas” como ella. La abismal diferencia en comparación con las demás detenidas es que Shula apenas comienza su vida y ya se le ha arrebatado la infancia.

 

Lo que sigue es una denuncia satírica de la explotación sufrida por el grupo protagonista –en especial su nuevo miembro– por parte de una alimaña gubernamental que se llena los bolsillos con el trabajo ajeno y las suposiciones populares, el planteamiento de la inocencia alrededor de su cultura –al menos desde nuestra perspectiva occidental– y la indiferencia o falaz preocupación del “primer mundo” ante su “pintoresca” tradición. Con sofisticación Nyoni presenta situaciones tragicómicas que para nuestra mentalidad capitalista son un absurdo, pero allá son verdades incuestionables derivadas en una tragedia fundada en la misoginia.

Ganadora del BAFTA como Mejor Debut de un Director, Guionista o Productor –Rungano Nyoni también escribió el filme– es una dramática y brillante crítica a la indefensión y a la manera como una cadena de injusticias se expande una vez cometida la primera, pues entre los deberes de la pequeña está determinar criminales culpables aunque no tenga la menor idea de por qué. No soy una bruja recuerda la misma temática que el documental A la sombra del sol (In the Shadow of the Sun), de Harry Freeland, pero desde otro ángulo: aquél expone el peligro alrededor de los niños africanos albinos, quienes a causa de la superstición, son cazados, descuartizados, asesinados porque son considerados fantasmas, brujos o poseedores de una piel que enriquece a otros. En ambos casos hay una mano firme para denunciar la vulneración de otros con elegancia, pero aquí se le añade el alto precio de la libertad.

Fuente: CINEPREMIERE

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