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Miércoles, 10 Octubre 2018 20:33

Culminó el Festival "Viva México Cinema" en París

Por  Rosa María Lechuga

Entre una mezcla de música y cine comenzaba la noche atípica calurosa de octubre en París, el cine Luminor en Le Marais despedía así la sexta edición del Festival “Viva México Cinema” en la capital francesa para comenzar su viaje itinerante en el país galo.

De pronto los hermanos Tavira estaban en pleno escenario apoderándose de todas las miradas y no era para menos, dos días antes en el museo Quai Branly habían abarrotado el lugar dejando 300 personas afuera sin oportunidad de escucharles.

El son calentano de Guerrero ambientaba por primera vez la ciudad luz.

Rafael Tavira Peralta y su interpetación con su violín de la pieza “Algún día lo sabrás” enmudeció la sala de cine.

La sensibilidad de la pieza musical hizo eco entre los presentes, la fuerza de las cuerdas estremeció a más de un corazón e incluso una que otra lágrima rodó.

Es tal la belleza de la melodía, que fue entre otros factores, decisiva para multipremiar cincuenta y tres veces a la película “El Violin” en festivales de la talla de Cannes (2006), San Sebastián y Miami; en especial por la interpretacion de Don Ángel Tavira.

Los aplausos no se hicieron esperar.

Una pareja de mexicanos no perdió la oportunidad para bailar los sones tocados por los guerrerenses.

En esta noche con sabor a México, la fusión de la música y el cine, ha demostrado ser una alianza, fuerte, única, idílica, como el amor.

Dos premios a lo mejor del cine mexicano

Antes de proyectar “Ana y Bruno”, se entregaron dos premios en la categoría “Prix du public” y el premio que otorga la Maison des Journalistes en Paris, “Prix Coup du Cœur”.

“Cassandro The Exotico” se llevó el primero bajo la dirección de Marie Losier por el documental que narra su vida y la difícil lucha en un mundo predominantemente misógino como lo es el de la lucha libre. Después, del director Ernesto Contreras, “Sueño en otro idioma”, se hizo a creedora al segundo premio.

Ana y Bruno

Y entonces vino la presentación de la película “Ana y Bruno” de Carlos Carrera, un trabajo que requirió al menos diez años, una inversión de mas de ocho millones de dólares y una genialidad enorme para construir una historia que gira en torno a la pérdida de un ser querido y lo que ello conlleva.

Una historia basada en el amor, un sentimiento que puede mover al mundo pero también paralizarlo.

Ana es una niña oriunda de San Marcos y que emprende un viaje junto a su amigo Bruno para ayudar a su madre y lograr que su papa vuelva por ella.

Más allá de la trama y el mundo que se construye para explicar la historia, hay toda una identidad mexicana que la define, que la arraiga a nuestro país. Desde la presencia del Xoloescuincle pasando por las famosas calles empedradas de la ciudad hidrocálida, el lenguaje coloquial, la señalética antigua de las carreteras, la escasa infraestructura ferroviaria que hay, ninos abandonados en la calle en completa orfandad; carros antiguos en circulación y el recuerdo y homenaje hacia nuestros muertos.

“Hay muertos que no hacen ruido y son mayores sus penas” entonaban minutos antes los hermanos Tavira en su tema “La Mariquita”.

¿Casualidad?

Además, la película emprende un viaje tan íntimo e individual al mismo tiempo, en donde confronta al ser humano con su miseria, con sus demonios, con sus miedos más inocentes o bien desmedidos, sin olvidar los valores como la amistad, la lealtad, la empatía, la solidaridad. Confrontaciones que Ana inesperadamente debe aceptar y entender que la vida tiene un aquí y un ahora pero sobre todo un final.

La sala se convirtió en interactiva, mientras transcurría la trama, las reacciones y el diálogo con el público se fue construyendo en una entera sintonía, las risas, las exclamaciones, la identificación fue total.

Carrera se arriesga en su largometraje al tocar temas como la envidia, la inseguridad en los seres humanos y la justificación de las malas acciones “por amor”, la falta de éste e incluso de valor. Y aunque se refleja ese lado mexicano que nos carateriza a ver el lado bueno por muy mal que vayan las cosas, también da cabida a los golpes de suerte o fortuna y llama al público a no perder la esperanza, a visibiilizar la importancia de tenerse a uno mismo en la dura, durísima soledad que a veces nos llama y nos atrapa.

Los dibujos y la tecnología, ya se vio, son una mancuerna peligrosa, eficaz y sedienta de mucho cine.

Y aunque las comparaciones no se hacen esperar con “Coco” (justo en cartelera en los cines de Francia), lo hay también con “La Leyenda de la Nahuala” (cuya historia se desarrolla en la ciudad de Puebla).

El éxito de Carlos Carrera además de vehemencia y de tenacidad, es el tocar a cada uno de los seres humanos de diferente manera, desde la vulnerabilidad a la que estamos expuestos al momento de perder a un ser querido, hasta la fuerza que tenemos para decirles adiós aunque no sea para siempre, porque ellos nuestros seres amados, siempre estarán ahí en nuestra cabeza.

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