Acapulco

La primera vez que visité Acapulco fue hace más de 20 años. Corrían rumores de que los artistas de moda frecuentaban las, entonces, paradisiacas playas. Luis Miguel había impuesto moda con la “orgifiesta” en la que derivó el video de “Cuando calienta el sol”. Despedíamos a los ochentas y en los noventa no cualquiera se daba el lujo de recorrer la Costera Miguel Alemán.

De entonces a la fecha he regresado a La Quebrada, Punta Diamante y Puerto Márques al menos en cinco ocasiones que yo recuerde. La vida permitió que mis padres nos llevaran a recorrer otros mares llenos de colores y verdaderos sitios cercanos a lo que podría ser el paraíso.

Huatulco, Los Cabos y Cancún le han arrebatado a Acapulco el glamour y la referencia como destino estrella. Sin embargo, el paso de los años y la ola de violencia que azota al país también han transformado al puerto.

En este fin de semana, mientras recorría las calles de la famosa Caleta, aquellas en las que posó la mismísima María Felix, un detalle saltó a la vista: los rondines del ejército y patrullas de la policía estatal. Incluso el helicóptero de la fuerza pública sobrevoló decenas de veces las playas a las que recurrimos para huir un poco de la rutina.

La bahía de Acapulco es ya también rehén del crimen organizado y la sangrienta guerra que se libra entre grupos delictivos que operan en todo el estado de Guerrero y el gobierno federal. Y ahora qué sigue?

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