De cómo comencé a creer en la Influenza

“Algo esconde África”, declaró el doctor Miguel Ángel Cuenya Mateos, investigador de la BUAP, especialista en pandemias, entrevistado por el periodista Arturo Luna Silva este martes durante el noticiero “En Línea”, que se transmite de lunes a viernes por el 102.1 de F.M.

Según este reconocido investigador, el virus de la influenza no es alguna novedad ni mucho menos se propagó de la noche a la mañana por México y parte de Norte América. De hecho aseguró que el brote del AH1N1 se originó en Estados Unidos desde mediados del año pasado y con la entrada del otoño migró al cono sur.

A su parecer, en el continente africano se están ocultando cifras dada la pobreza extrema de los habitantes de esas naciones ya que son mucho más vulnerables a una pandemia que el resto del mundo. De ahí que resulte extraño el hecho de que no se tengan reportes de contagios masivos o incluso defunciones.

De hecho, alertó sobre la mutación de este virus, tal como se ha dado con otras pandemias a lo largo de la historia del hombre.  Por lo que contra todas los voces que hemos dudado afirmó que este virus si existe.

Por lo que toca a los aspectos políticos, no dudó que el brote se haya maximizado pues a muchas partes convenía exagerar la situación tomando en cuenta que el gobierno federal gana más quedando ante el pueblo como el salvador y no como el negligente que no previno la pandemia ya que, ante la cercanía de las elecciones del 5 de julio supo implementar medidas eficaces que “parcharon” la emergencia sanitaria.

Este argentino nacionalizado mexicano, a quien yo si le creo, advirtió que ahora puede darse un “re brote” en otoño próximo cuando el virus mute, por lo que es esta fase la que merece mayor cuidado y obliga a seguir con las medidas preventivas a fin de evitar que se salga de control.

En un breve recuento histórico, Cuenya Mateos recordó que el 80 por ciento de la población mesoamericana desapareció debido a las epidemias de viruela en 1521, sarampión en 1532 y la peste bubónica de 1548. Por lo que toca a territorio poblano, una de las epidemias mejor documentadas es la peste de Matlazahua en 1737, que empezó en Tacuba en noviembre y cubrió todo el territorio novohispano desde Texas hasta Guatemala. Algunos cronistas hablan de cerca de 40 mil muertos para la Ciudad de México; Puebla en ese entonces tenía un promedio de 60 mil habitantes y perdió siete mil 500, es decir casi el 15 por ciento de su población.

Otras dos epidemias muy fuertes de viruela se presentarían en Puebla en 1762 y 1779. En 1813, durante la Guerra de Independencia, esta ciudad se preparó para la defensa y con ello aumentó sus condiciones de insalubridad, debido a la recepción de ejércitos realistas detrás de los que venía el tifus exantemático que provocó una mortalidad de casi cien mil personas.

Además, Puebla tuvo que enfrentarse en 1833 a una fuerte epidemia de cólera, donde su población se redujo a 40 mil habitantes en promedio, pues murieron casi cuatro mil personas. Entrando al siglo XX, durante la década revolucionaria a comienzos de 1916, el país y Puebla sufrieron tifus exantemático.

En octubre de 1918, todo el territorio mexicano se vio afectado por la llegada de la influenza española, que entre mediados de octubre y finales de noviembre provocó la muerte de poco más de tres mil personas en Puebla, ante la falta de antibióticos, antivirales, así como condiciones de pobreza y hacinamiento. La epidemia de influenza de 1918 causó a nivel mundial 50 millones de muertos, de 600 millones que enfermaron.

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