La nieve de Don Goyo

Este lunes, en pleno día de asueto, nos amanecimos con la noticia de que el volcán Popocatépetl estaba cubierto de nieve gracias al frente frío número 30. Las fotografías en las redes sociales que reflejaban una gruesa capa blanca que cubría el pastizal en Paso de Cortés nos invitaron (a los que no teníamos nada que hacer) a enfilarnos hacia el Parque Nacional Izta Popo.

Y ahí estábamos. Aficionados a los paisajes naturales que Dios nos regala. Recorrimos durante 60 minutos el camino que cruza por San Pedro Cholula, Nealtican, San Nicolás de los Ranchos y Xalitzintla para encontrarnos con una centena de turistas tanto del Estado de México, el Distrito Federal y Puebla que también aprovecharon la oportunidad de ir a ver la nieve, ese estado del agua que en tierras donde no es común que esto ocurra, todos quieren ver aunque sea caer un par de copos para poder morir tranquilos de que en la vida vieron nevar.

Llegamos cerca del medio día, así que la capa de nieve ya no era tan abundante como en las primeras horas de ayer, sin embargo con las esporádicas montoneras, los niños aprovechaban para formar esferas que se aventaban unos contra otros (así como lo han visto en las películas norteamericanas). Otros más prefirieron hacer el tradicional muñeco de nieve con todo y su nariz de ramita, y no faltaron quienes agarraban la nieve a puños y la guardaban en bolsas de plástico (¿acaso para llevarla de recuerdo?)… aún no me explico la razón.

“No nos querían dejar subir”, nos contaba una de las señoras de las quesadillas, cuyas tortillas de maíz y el café de olla completan el placer de la excursión exprés. La mujer vecina de las faldas del Popo, explicaba que la policía tiene prohibido el paso desde hace unos días debido a la actividad que Don Goyo ha registrado y que ellos sienten con mayor intensidad, “pues sí pero… ¿pues a dónde vamos?” respondió ante la pregunta obvia de si no les da miedo dormir tan cerca del volcán.

Justo cuando nos disponíamos a bajar, una enorme nube gris terminó de tapar la visibilidad del pico del “cerro que humea” y entonces unas diminutas esferas blancas caían sobre nuestros abrigos. Podemos morir tranquilos.

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