Puebla Retro

Karina Cruz Ruiz

Nací en 1981. Soy “Ochentas” pues. Pero no viví en carne propia el “boom” de Timbiriche ni las Flans, mucho menos a los grupos del “Rock en tu idioma”; a la señorita Madonna la visualizó en los discos LP que una de mis tías atesoraba en el reducido departamento donde vivían mis abuelitos, por el rumbo de la temida zona que era dominio de la banda de “Los Pitufos”, allá en la 9 norte y la 22 poniente.

Si llegué a hacerme el famoso “crepe” en el fleco para andar como todas las niñas de la primaria. Recuerdo al Tío Gamboín y curiosamente más allá del gato GC que corría su maratón, Cositas, Mazinger Z, Remi, los Picapiedra, Heidi y todas las caricaturas del canal 5 de Televisa, lo que más me viene a la mente son las cápsulas de Servicio Social que salían después de los saludos del Tío de todos los niños de México. De hecho, creo que aún se transmiten, esos en los que aparecía la foto de un sinnúmero de niños, niñas y hasta abuelitos extraviados o robados. Ok, no hablemos de cosas tristes, los traumas de mi infancia los dejaremos para otra ocasión.

Lo de hoy es lo “retro”. Cualquier signo que represente a la década de los ’80 es tomado como bandera no sólo por quienes suspiran y recuerdan sus años mozos, hoy ¡hasta los pubertos cantan los éxitos musicales de antaño! Vaya, hasta los que se niegan a envejecer juran y perjuran que en aquél entonces de verdad pedían permiso para ir a la discoteca e incluso se enternecieron cuando ET “El Extraterrestre” pedía desesperado llamar a su casa.

Hoy la sociedad poblana es distinta. En las calles vemos looks parecidos a los de hace casi 30 años, se escuchan versiones remasterizadas de “Yo no te pido la Luna”, “La Chica de Humo”, “La Maldita Primavera” y “Devuélveme a mi chica”. En apariencia la cosa es la misma pero en el fondo la brecha generacional es inmensa.

Los adolescentes y jóvenes ya no tienen que pedir permiso a sus papás para ir a dar la vuelta a Plaza Dorada. No. Hoy ellos llegan a bordo de su auto al Triángulo de las Ánimas o Angelópolis, con celular en mano, Ipod y, claro está, la tarjeta de crédito “junior” para no pasar angustias si en El Palacio de Hierro o Liverpool encuentran los videojuegos, zapatos, pantalones, leggins, blusones o cinturones indispensables para acrecentar la colección.

En aquellos años, en sus ratos de ocio, mi papá (aficionado a la música) solía pasar tardes enteras grabando en audio cassettes los éxitos del momento, uno para cada uno de sus tres hijos. En esa época almacenar la música en cinta magnética no estaba penalizado; así que traer el Walkman con gigantes audífonos era la onda… hoy, en cuestión de minutos bajamos canciones de internet, en tanto nadie nos lo prohíba las cargamos en el Ipod, los hay de todos los tamaños y colores.

Hoy los pubertos se revelan, obvio, son RBD, rebeldes pues. Las chicas de las novelas usan minifalda para ir al colegio. Tanto ellos como ellas llevan el cabello de colores, piercings y se la pasan gritoneándose con sus padres y, claro, planean su “primera vez”. Las niñas de las 80 todavía crecimos (no sé sí por fortuna, no sé si por desgracia) con una Maricruz que iba de tragedia en tragedia planeando su bendita fiesta de XV años, lloramos un día sí y otro también con Candy, quien nos enseñó que si una no sufre, entonces no hay amor.

PD. ¿Sabían que el Tío Gamboín grabó un disco? Si sí, felicidades por la buena memoria. Si no, nada más por cultura general, les dejo el dato: sus canciones más famosas fueron: “El soldadito”, “Navidad”, “Las mañanitas del Tío Gamboín”, “El indito y su burrito” y “Los gatitos”.

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