Cantinflas y yo

En mi adolescencia solía tener un humor raro. No le veía la gracia a los chistes simples. Así que Cantinflas nunca ha sido mi hit. Cuando Mario Moreno falleció en 1993, mi abuelito nos sentó y nos puso los churros del Patrullero 777, El Barrendero, El Padrecito, El Profe y Conserje en Condominio. Era una tortura. En esa época yo me enlelaba con las desventuras de Pedrito Infante en “Nosotros los pobres”, “Ustedes los ricos” y “Pepe El Toro”. Pff, a mis 12 años prefería el drama en lugar de la comedia. ¡Ahora entiendo tantas cosas…!

Con ese antecedente personal, muy poca emoción provocó en mí la nota de que Sebastián del Amo estaba realizando el biopic (película biográfica) del famoso Mimo de México, tampoco puse el grito en el cielo porque un español lo interpretara. Veía el rostro de Óscar Jaenada y asumí que el parecido había jugado un papel importante en el casting.

Luego llegó la campaña mediática impulsada por Televisa. El bombardeo previo al estreno de la cinta me llevó a decidir que sí tenía que verla, por cultura general, por mi síndrome del apoyo al cine mexicano, pero sobre todo, por curiosidad. Quería ver cómo nos iban a contar que el hombre era un mujeriego, con los pies en el cielo y sabrá Dios que otros vicios ocultos, tomando en cuenta que el guión contó con la autorización de su hijo adoptivo, Mario Moreno Ivanova.

Y sí. Me gustó. Desde una perspectiva rosa, la película nos transporta a los años comprendidos entre 1933 y 1956. No sueltan toda la sopa. Era obvio. Del Amo se limitó a dar una vista panóramica al inicio del mito que nació en una incipiente carpa y llegó hasta Hollywood. Creo que la cinta está muy bien hecha. El hecho de contarla en dos líneas del tiempo que al final se cruzan le da agilidad y es lo que hace que el espectador no se duerma en su butaca y se mantenga pendiente de qué va a pasar.

Con su actuación, Óscar Jaenada no sólo calla la boca de todos los que se escandalizaron porque vino de la madre patria a encarnar a un ícono nacional de los mexicanos. El español nos deja con la boca abierta. No sólo porque se mimetizó con Cantinflas en sus númeritos chuscos de “Ahí está el detalle”, “A sus órdenes, jefe” y “Me dije a mí mismo, mí mismo…”, entre otras cantinfleadas. Sino porque también nos muestra sin el menor rastro de acento extranjero el lado humano, obsesivo y enérgico de Mario Moreno como improvisador nato, líder de un movimiento de actores, administrador de su propia carrera y esposo de Valentina Ivanova.

Se agradece la participación de Luis Gerardo Méndez. Más que ser el actor de cine y teatro de moda, con su interpretación de Estanislao Shilinsky, nos reafirma que el hombre puede hacer cualquier papel que le pongan y dejarnos con ganas de querer más.

Mención aparte merece la pasarela de estrellas. Cantinflas está plagada de cameos divertidos, peculiares e interesantes. Vemos a Elizabeth Taylor, Charles Chaplin y hasta a Marlon Brando. También pasan lista figuras de la época de oro del cine mexicano como María Félix, Emilio “El Indio” Fernández, Miroslava Stern, Jorge Negrete, Fernando Soto “Mantequilla”, entre muchos otros. Todo eso junto en una película hace que uno recuerde que la industria cinematográfica existe desde muchísimo antes que nuestros padres nacieran. Además de que vemos aunque sea por segundos a la mayoría de actores actuales que están haciendo cine mexicano.

La historia está tan bien contada que al final de la película, uno quiere llegar corriendo a su casa a buscar La Vuelta al Mundo en 80 días, por la que ganó el Globo de Oro como Mejor Actor. Cantinflas va por su tercer fin de semana en la cartelera poblana donde hay una decena de funciones por cada uno de los 15 complejos cinemotográficos que existen en la ciudad de Puebla.

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