Querer o no querer a los minions

¿Quién no ha caído rendido ante esas criaturitas amarillas que vimos por primera vez como fieles esclavos de Gru en “Mi Villano Favorito?. Sin hablar un idioma claro, sólo con su mirada, gestos y pequeñas extremidades amarillas, los minions conquistaron por su humor blanco, simple y soso. Así que no era nada extraño que los estudios Universal no dudaran en dedicarles toda una película para ellos solitos después de las dos entregas del villano favorito. Simple y llana mercadotecnia.

Yo tenía mis dudas de verla. Sí, se me hacen graciosos peeeero, dudaba que pudieran atraparme en toda una cinta. Más llevada por las circunstancias que por convicción me hallé en el cine. Me dormí un rato. No sé si fue la hora de la función (9:00 p.m), que era el ocaso del fin de semana, que me había desvelado, que tenía secuelas de mi itinerante depresión o qué se yo. Pero anduve cabeceando en algunos instantes.

La película es requisito para quienes tienen niños. Los pequeños dictadores de la casa seguramente no tolerarán que sus padres no los lleven. De guión, trama o el doblaje de Ricky Martín y Thalía pues no hay algo propositivo que decir.

Lo que sí está para abrir los ojos es el rumor que toda la semana anduvo circulando en redes sociales sobre si estas criaturas tienen su origen en un escabroso capítulo de la historia, en concreto con el de la Alemania Nazi de la Segunda Guerra Mundial.

Más de uno se fue de espalda con la foto que relaciona la imagen de los personajes caricaturescos con unos pequeños que supuestamente formaban parte de experimentos científicos nazis. Aunque los argumentos dados no suenan tan descabellados, tampoco hay porque satanizar a los minions. Digamos que les ocurrió algo parecido a lo que Los Pitufos cuando decían que eran diabólicos.

Lo que creo que este capítulo nos deja es que es bueno leer, informarse e investigar más lo que se viraliza en internet. Al final unos aseguran que la foto corresponde a los primeros buzos que la Armada Real Británica usó en 1908, seis años antes del inicio de la Primera Guerra Mundial.

Sean peras o manzanas, no hay nada como el juicio que uno se arma, más allá de la bola de nieve.

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