¿Qué nos eclipsa?

Hay veces que el Sol le habla a la Luna, y la Luna que lo adora va con él. Sale a escondidas de la noche, pues ésta le ha prohibido que se vuelva a ver con él porque es un vagabundo, un aventurero, un loco que sólo la hará llorar. Más ella no entiende de razones, ella sí lo quiere bien. Y sale de día. Y hacen el eclipse. Él la quema. Ella se deja.

Sirva esta bonita metáfora que Gloria Trevi cuenta en “Cómo nace el universo” para traer a cuentas eso que nos eclipsa, que nos hace sombra, que nos oscurece en pleno resplandor. Es la agonía de la esperanza por alcanzar eso que nos falta. Porque sí. Siempre habrá algo que nos falte.

Nacemos y morimos en cada día. Amanece y abrimos los ojos. El sol ha salido y tenemos de dos sopas. Cuando el menú nos da caldo de pollo, vamos sonriendo y nos sentimos frescos porque todo está “bien”, no necesitamos de nada ni de nadie. La noche nos alimentó y reparó nuestra alma. Hoy nos comeremos al mundo y, ahora sí, acabaremos la fila de pendientes, haremos esa llamada, subiremos a la caminadora, seremos productivos, daremos esos besos, romperemos los silencios. Al final del día, nunca hay tiempo suficiente, no todos los actores cumplen con su llamado a escena, o al menos no como nosotros quisiéramos, el camino se tuerce. Cuenta que tuvimos la intención de ser feliz. Aunque sea. Aunque sea ese día

El eclipse es diario. Pero hay días en que es total. Amanece y no sabemos dónde nos quedamos la noche anterior. Reparamos del letargo con más dudas que certezas. ¿Qué día es hoy?, ¿Dónde estoy?, ¿Amanecí?, ¿Qué tenía que hacer?, ¿Qué hacer primero, ir al baño, remojarnos en la regadera o vamos directo a abrir el refri?. Y comienza la rutina, se hace tarde para checar la tarjeta, para pasar a dejar a los niños a la escuela. Comemos frijoles, es lo que hay. Cumplimos, restamos otro día al calendario.

Puede ser el amor, puede ser el trabajo, puede ser la familia. Suelo predicar que el problema en la vida son las expectativas. Esperar siempre duele. Mejor no hay que hacerlo. Apuesta cinco pesos, así si te llevas seis, ya estarás de gane. Pero decidir sobre eso que nos falta, que nos quita el sueño, que nos angustia, ni siquiera está en nuestras manos. A la primera trampa, ahí estamos. Imaginando que se cumplen los sueños.

Nos eclipsan las fantasías que nos tejieron desde que llegamos al mundo. Esas mismas que nos empujan para seguir caminando hacia el final del arcoíris. En busca de ese tesoro prometido, esos anhelos que desde niños nos contaron que podríamos alcanzar. Que si queríamos podíamos. Que si lo deseábamos con fuerza, el universo conspiraría para que lo tuviéramos. Que serían para siempre. Pero que si no pasaba… no te enojaras, ni te pusieras triste, porque “Dios sabe porque hace las cosas”.

Eclipse (1980) – Rufino Tamayo