¿Y si te arrepientes?

No podemos no decidir. Nuestra existencia se rige, en buena medida, por la toma de decisiones que hacemos. No creo en el arrepentimiento. Llegué a pensar que tal vez porque mi soberbia era grande. Pero no. Creo que cada puerta que abrimos es porque así lo quisimos y nos deja momentos, personas, experiencias, dolores, alegrías, equipaje para anclarnos a la vida, para evitar encontrarnos con la nada.

Dice Jean Paul Sartre que el ser humano tiene conciencia de su muerte e intenta alejarse de ella en el continuo proyecto de ser en el mundo. Por eso ante un temblor de gran magnitud o una actividad volcánica, se encienden los focos rojos de su angustia.

¿Y qué hacemos para escapar de esa angustia? Luchamos por existir. ¿Cómo? A través de una búsqueda de nuestra posición en el mundo, de la proyección, el reconocimiento y el compromiso con los otros. Por eso nos volvimos superhéroes altruistas, por eso todo un pueblo se volcó para poner en pie a la patria.

Para el filósofo francés, el hombre es radicalmente libre y el único responsable de su vida. Sin embargo, nadie nos comparte este secreto. Porque aunque por derecho constitucional nacemos libres, atravesamos un camino lleno de moral, costumbres, ideologías y preceptos civiles que cumplir que nos van limitando hasta volvernos inseguros, temerosos y frágiles para tomar las riendas de nuestros días.

Siempre que hay una disyuntiva en nuestra vida nos acercamos al otro para contarle nuestra angustia, eso que nos quita el sueño, el hambre y el aliento. Y el otro nos aconseja, pero la verdad nadie escucha. Y menos quien en realidad siga la voz de su deseo. Lo que buscamos es reafirmar nuestros pensamientos. Que alguien nos empuje hacia esa duda que suplica certeza.

Y así nos movemos. La respuesta está en nuestras propias palabras. Sólo hay que saber escucharnos. También de eso se trata la cura del Psicoanálisis. De hacernos conscientes, un poco aunque sea. De soltar cadenas, un rato por lo menos. Para que podamos hacer algo. O no. Incluso no haciendo también estamos decidiendo.

La Libertad, Egon Schiele