¿Dónde está el amor?

Mayo 12 ‘18

¿Dónde está el amor, ese del que tanto hablan? ¿Dónde está hoy la mirada? ¿Quién es hoy ese otro que nos hace? ¿Quién tiene hoy el poder de deshacernos?

Si en un primer momento el sujeto, que es sujeto del inconsciente se constituye en un plano auto erótico, y en un segundo momento se encuentra con el otro a través de la mirada, de encontrarse con su propia imagen. ¿Dónde se está especulando en esta era de los dispositivos móviles que capturan a miles de cuerpos ávidos de amor a cada instante?

Por años, la fotografía valió como un ritual sagrado que enmarcaba momentos especiales, fechas que hacían historia, encuentros que formaban huellas. Y la fotografía pertenecía al campo de lo sagrado, del profesional en la materia. Hoy los cuartos oscuros de revelado están casi extintos, el papel que se velaba al mínimo contacto con la luz se vende sólo por pedido especial, los rollos son cosa del pasado.

Si bien, el andar del sujeto es un eterno deambular en busca de la mirada que lo hizo en el seno materno, ¿entonces, la generación que nació con un teléfono de esos que llaman inteligentes, en dónde está buscando ese reconocimiento?

¿Será muy vulgar considerar hoy Facebook o Instagram como ese gran Otro en el que los adolescentes y jóvenes están buscando el amor?

Se trata de un escaparate donde el narcisismo encuentra su punto de fascinación. ¿A quién mira la chica que quiere seducir con una mirada coqueta? ¿A quién mira el chico que se quita la playera y presume las horas de gimnasio que ha invertido en su cuerpo?

Esa construcción imaginaria que proporciona el Yo (moi) pasa a un narcisismo secundario, donde los jóvenes parecen buscar a gritos la identificación que es del orden del Inconsciente, por ello, nunca alcanzarán los likes, los corazones ni las reproducciones.

Hoy se es esclavo de ese dispositivo, de una esfera digital que determina quién está vivo y quién no. Cada vez es más frecuente en las charlas cotidianas escuchar al neurótico confesar con un dejo de culpa que, tuvo un día tan terrible que pensó en darse de baja de Facebook.

La angustia por estar en falta parece no escapar al mundo de las redes sociales. Un mundo virtual donde la mayoría prefiere hoy esconderse, agachar la mirada, antes que levantarla y encontrarse con los otros, con su familia, por ejemplo, en una fiesta de XV años.

Sí, el narcisismo hoy reina con la posibilidad de ver a ese en frente, en un espejo, en la pantalla de un celular, a ese que nos fascina al vernos envueltos en un semblante de ojos claros, con un rostro liso, libre de las huellas del tiempo y un filtro de Snapchat.

Entonces, ¿hay tiempo, hay espacio para el amor?, ¿para amar a otro? ¿Para elegir un objeto de deseo que tenga cuerpo, mirada y voz? Parece que nacimos malditos, bajo un hechizo para no poder amar otra cosa que no sea nuestra propia imagen, hoy puesta en un perfil público, sometida al escrutinio del Otro, con o mayúscula.

Este escrutinio que comienza como un juego, una diversión, un pasatiempo, no conoce límites, está devorando las palabras, el lenguaje y el principio de realidad. Hoy se goza. Se goza por ser Youtuber, por alcanzar decenas de likes en la selfie que se repite un día sí y otro también. Como un reflejo de esta satisfacción que no se alcanza, nunca es suficiente.

Se goza por alcanzar el cuerpo físico perfecto que pueda presumirse en Facebook. Parece que esa es la meta de una generación que lee menos de 140 caracteres, que sustituye la palabra por emoticones, que cubre su falta con memes que lo consuelan o que se consuela con un corazón en su publicación.

Sin embargo, son estos gritos de llamado de auxilio, por donde se asoma la demanda, demanda de amor por eso que perdieron y aún no lo han advertido. Viven en un sueño. No los despierten, porque de eso no quieren saber.

Nude standing before a mirror | Henri de Toulouse-Lautrec