Tiempo para ser

El tiempo nos hace y nos deshace. En su afán de controlarlo todo, cada civilización inventó un calendario para marcar, acotar y enjaular desde los ciclos de la luna hasta los sucesos con los que escribieron la historia. Trascender. Pero el tiempo lineal, es decir, los segundos, los minutos, las horas, los días, los meses y los años no es necesariamente lo que determina la vida psíquica de los sujetos.

En psicoanálisis hablamos de otro tiempo. Los tiempos lógicos: el instante de la mirada, el tiempo para comprender y el momento para concluir. De tal suerte que no se limita a un ciclo de la vida absoluto, en el cual uno vendría al mundo para nacer, crecer, reproducirse y morir. Ni tampoco se trataría de ir por la vida cerrando círculos para “fluir”. Yo me atrevería a plantear que estamos insertados en una espiral, en ese eterno retorno que Nietzsche y Borges problematizaron desde su filosofía y literatura, respectivamente.

Dicen los memes que este año que agoniza “no cuenta” por aquello del caos mundial que el coronavirus solo hizo salir a la luz (porque las crisis en los distintos sistemas ya estaban desde antes debajo de las alfombras). Sin embargo, ha sido una excelente ventana para atravesar por alguno de los  tiempos lógicos. Habrá quienes fuimos y venimos del delirio a la angustia, la depresión, la paranoia, la ansiedad, el narcisismo o hasta el estado catatónico. Si miramos demasiado a este intervalo de incertidumbre con el rostro de la muerte, no había manera de salir ilesos.

Sin embargo ha sido también un tiempo para comprender cómo estamos colocados en nuestros lazos. En este 2020 no hubo oportunidad para añorar el pasado ni para idealizar el futuro. Aún los más fervientes creyentes tuvieron que aterrizar en el presente. El reto diario ha sido sobrevivir, un día a la vez. Como mis amigos de AA. No hay más.

En “El aroma del Tiempo”, el filósofo coreano Byung-Chul Han habla del “aburrimiento profundo” que surge cuando se da un tiempo vacío de acontecimientos y el hombre se rinde a una total indiferencia; luego entonces, la pandemia sí vino como anillo al dedo en términos de que bien podría ser la representación de “el instante que alivia en la mirada de un estar resuelto, la mirada de la existencia que actúa resueltamente aquí y ahora”.  Sin embargo dudo que haya sido así, pues lejos de que los más produjéramos, pensáramos, comprendiéramos o concluyéramos, nos quedamos estoicos flotando para sobrevivir al naufragio del desempleo o los recortes salariales, o bien, los más cómodos lograron encerrarse y dedicar su tiempo libre a imitar chistes, sketches o coreografías pegajosas en TikTok, presumir sus compras online y unboxing en Instagram o escupir sus miedos en Facebook evidenciando a los covidiotas.

Esta pandemia hoy con cédula de coronavirus nos sorprendió porque no quisimos ver lo que estaba en nuestras narices. Pero la historia está llena de ellas. En este mismo siglo China ya había experimentado las medidas de confinamiento y sana distancia por coronavirus y otros brotes de gripe aviar en 2002. Vaya, se nos había advertido. Pero nadie pela a las revistas o publicaciones científicas.

Hoy que el covid ya es parte de nuestro ecosistema, es tiempo para ser. Para preguntarnos dónde estamos parados y qué ruta queremos emprender. Aunque no siempre querer sea poder. Es preciso contemplar más la vida para ser. Ser, no en el sentido de empoderarse y soltar  amarras. Porque para ser es preciso estar sujetado al deseo de Otro y escuchar cómo estamos sujetados a éste. Para hablar de “eso” está el psicoanálisis.

Happening Soon. Pascal Campion (2018)