No sé si será porque el grado de alcohol en mi sangre no me permitió darme cuenta de ello, pero no recuerdo que la primera vez que fui a la famosa Huamantlada, el grado de caos etílico en las calles del centro de Huamantla fuera tan desbordante tal como lo observé el pasado sábado.

Fue la segunda vez que asistí como observadora de la tradicional faena en la que una veintena de calles se cierran para que los más valientes salgan a capotear a 24 toros. Sin embargo, en esta ocasión –al menos desde la esquina en la que encontramos un tablón disponible - el espectáculo sólo se limitó a la serie de peripecias que un puñado de sujetos ebrios y regordetes (eso sí, con sus respectivos atuendos de cow boy) hacían para subir y bajar de los burladeros cada que los toros paseaban sin la mínima intención de embestirlos.

Por fortuna, en la edición de este año, la Huamantlada no dejo pérdidas humanas, sin embargo sí se registró la atención a 13 personas, de las cuales 6 fueron heridas de gravedad, 5 de ellos a consecuencia de la cornada de un toro y una por una riña.

Es increíble como la testosterona hace a los hombres envalentonarse ante la adrenalina que produce tener un toro a unos pasos, pero lo absurdo viene cuando el alcohol acaba con las neuronas. A unos metros de nosotros, un tipo enfureció porque otro lo empujo cuando la multitud buscaba refugio para resguardarse del animal suelto. Lo que la “bestia” de dos patas hizo fue propinarle tremenda golpiza a patadas, acto seguido, sacó unas “puntas” como para advertirle que “iba armado”. No sé si éste habrá sido el cristiano que terminó con las tripas expuestas y que hasta ayer se debatía entre la vida y la muerte.

Este año, gracias a la bola de hombres que nada más le hicieron al “tipitoche” nos perdimos a los remedos de toreros que, oficialmente, se preparan cada año para capotear a los toros. Además, la mayoría del tiempo los toros prefirieron agruparse en manada y así desfilar por las calles que hacer caso al enemigo humano.

Aquí unas imágenes de la jornada del sábado:

Además de la popularidad con la que ahora cuenta, el burro más famoso de Rusia desde hace dos semanas ahora no sólo ha comprobado que la justicia divina existe sino que ha dejado de ser un cuadrúpedo de cuatro patas de un simple establo para convertirse en una auténtica mascota de lujo.

Después de que el animal fue obligado a volar en parapente ahora está siendo cuidado en un establo de lujo, un “Wellnes Center” que pertence al Kremlin donde son atendidos animales y que se encuentra cerca de Moscú.

El animal, que es hembra y se llama Anapka, es mimado con masajes, pienso ecológico y tres duchas diarias. Además, circulan versiones en internet sobre que una vez rehabilitado se trasladará a Reino Unido, pues al parecer el diario sensacionalista británico “The Sun” lo ha adquirido.

Hay que recordar que defensores de los animales en todo el mundo clamaron indignados contra la acción publicitaria que promovieron unos rusos a quienes se les ocurrió amarrarlo a un parapente para atraer más turistas a la playa.

Pero lo que hay que leer para creer no para ahí, resulta que también el entrenador de futbol inglés Tottenham Hotspur, Harry Rednapp, anunció que se quedará con Anapka porque planea abrir un asilo de animales en Hampshire.“Cuando leí en el periódico lo que ocurrió, casi lloro. Fue horrible, nunca se debe permitir que se burlen de esa forma de algún animal”, expresó el técnico, de 63 años de edad.

En fin, lo que habría que pensar es que si su nueva vida en el “séptimo cielo” no será también causa de estrés para un simple asno.