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El hombre perfecto

Lunes, Octubre 22nd, 2012

Portando nada más que una hoja de parra, sandalias de gladiador y un particular bigote, Eugen Sandow representó lo que se creía era la perfección masculina. Los tiempos han cambiado y el prototipo de hombre apuesto ha cambiado, sin embargo este hombre enloqueció a señores y señoras de finales del siglo XIX.

En un artículo interesante, BBC Mundo nos da cuenta de que este fisicoculturista era un hombre muy moderno, avanzado en el tiempo. Más allá de obsesionarse con su cuerpo, Sandow supo vender su imagen, idealizando los abdominales marcados que se han convertido en el Santo Grial para los hombres conscientes de su apariencia.

Sandow alcanzó la fama tras ganar una competencia que buscaba al hombre más fuerte del mundo. Nació en Prusia en 1867. Durante su juventud viajó por Europa participando en competencias de lucha, en Londres demostró su fuerza doblando barras de hierro, rompiendo cadenas y cargando caballos y soldados en su espalda.

Las damas estaban dispuestas a pagar extra para poder tener sesiones exclusivas detrás del escenario, donde eran animadas a tocar los músculos. Pero no sólo eran mujeres y se cree que Sandow también era admirado por hombres. Incluso circularon rumores que fue un conquistador bisexual, pero por después de su muerte, su viuda y sus hijas quemaron todo lo relacionado con su vida personal.

Sandow tenía un sistema de entrenamiento bastante científico, que se basaba en unos 18 ó 19 ejercicios con pesas, además de jactarse de tener seguidores famosos como James Joyce, William Butler Yeats e incluso la familia real.

Se le consideraba tan perfecto que el Museo de Historia Natural tomó un molde de yeso de su cuerpo como una representación ideal de la virilidad caucásica.

Sus bíceps medían 49.5 centímetros y sus muslos eran del tamaño de los del ciclista británico Chris Hoy, quien es el deportista que más medallas olímpicas ha obtenido para el Reino Unido. Pero lo que quizás más llamaba la atención era sus abdominales con ocho cuadros y su pecho, que de 122 centímetros lo podía flexionar hasta 157.