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Temporada de Muertos

Jueves, Noviembre 1st, 2012

Más allá de creer en los espíritus chocarreros que se levantan de sus tumbas en estos días, la tradición de colocar una ofrenda para recordar a nuestros seres queridos que ya no están con nosotros es algo muy emotivo y un buen pretexto para reunir a la familia.

Para quienes no tienen una abuelita que ha preservado esta tradición y se preguntan por qué se coloca casi casi hasta el molcajete en el altar, aquí una breve y simple explicación de los elementos de las ofrendas que este 1 se dedican a los niños difuntos y mañana 2 a los adultos.

Papel picado de colores: Unión entre la vida y la muerte.

Banquete: Para celebrar la llegada de las ánimas (lo favorito del difunto, se puede incluir alcohol, cigarros y dulces).

Incienso o goma de copal: El paso de la vida a la muerte y aleja a los malos espíritus.

Plato con sal: Purificación para que el alma no se corrompa.

Cruz de cal en el piso: Representa los cuatro puntos cardinales.

Camino de flores en la puerta: Para guiar el camino de las almas a la ofrenda.

Juguetes: para la diversión de los niños difuntos.

Velas y veladoras: Ascensión del espíritu, símbolo de amor que guiía a las almas al altar.

Objetos personales del difunto: Pueden ser foto o algo que utilizaban.

Comida típica: arroz, mole, dulce de calabaza y frutas de la temporada.

Vaso de agua: para mitigar la sed de las almas y fortalecerlo para su regreso.

Pan de Muerto: representa la generosidad del anfitrión y el regalo de la tierra misma.

Flores: blanca el cielo, amarillas la tierra y moradas el luto.

Calaveritas: De azúcar o chocolate, representan a los difuntos de la familia.

Huaquechula

Miércoles, Noviembre 2nd, 2011

Por años escuchaba los reportes informativos que hacían alusión a los altares de Huaquechula. Que si eran muy altos, que si la tradición de todo un pueblo, que si llegaban miles a visitarlos, que si este año había 10, 20 o 30. Como si se tratara de un viaje motivado más por la atracción turística que cultural, nos lanzamos a ese municipio ubicado a 60 kilómetros de la capital poblana.

La muerte es uno de esos miedos con los que he aprendido a vivir. Sería una falsedad decir que uno supera ese miedo por muy “grandote” (de edad) que seas. Simplemente se convive con la idea de que algún día simplemente dejaremos de existir.

Antes de llegar descubrimos que en Puebla existe un poblado llamado Tranquilihuapan o al menos eso se leía en un letrero ubicado al pie de la carretera.

Ya en el pequeño pueblo, descendimos del auto y empezamos a recorrer las casas. La verdad es que el impacto es bastante fuerte para quienes tratamos de evadir los velorios de familiares o amigos de los familiares cercanos. Si es incómodo decir “lo siento” o darle el pésame a alguien cuyo difunto conocimos en vida, lo es mucho más acompañar en el dolor a personas cuya historia de vida desconocemos por completo.

La experiencia en Huaquechula me abrió otro panorama de la tradición del Día de Muertos, que para mí se reducía a visitar a mi abuelito en el Panteón y comer con la abuelita antes de que repartiera la decena de hojaldras, fruta y calaveritas de dulce que coloca en su ofrenda.

Estando allá, me enteré que se colocan altares en las casas en donde el año que corre falleció algún integrante de la familia, es decir, son muerte aún muy presentes en el corazón de la gente. Eso es lo que hace más difícil a los foráneos  acercarse a la gente.

Sin embargo, por extraño que ello parezca, después de la tercera casa, con respeto, te vas adentrando a ese mundo en el que todo visitante también puede disfrutar de los tamales, el mole y el arroz que se sirve en grandes tablones a donde como dice la sabiduría popular: “a la gorra… ni quien le corra”.