Si México leyera…

Durante todo el lunes observaba en Twitter el hashtag #SiMéxicoLeyera. Me van a disculpar pero las oraciones compartidas por los usuarios me resultaron absurdas. No es que yo menosprecie el valor de un libro, pero sí soy realista y creo que los libros no son varitas mágicas que curarán los males de una sociedad descompuesta por muchos otros factores que nada tienen que ver con la falta del hábito de la lectura por parte de su población.
“Tendríamos mejores candidatos”, “No existirían ni Televisa ni Tv Azteca”, “No seríamos un pueblo que se deja manejar”, “Podríamos ser de primer mundo”, “Peña Nieto no tendría tantos seguidores”, “Ya habrían hecho algo en contra del gobierno”… todas estas son algunas de las respuestas que, supongo, “los devoradores de libros” escribieron en la red social.
Yo leo desde mi infancia autista. Debo confesar que cada vez lo hago menos. Pretextos sobran: el tiempo, el trabajo, la apretada agenda, las fiestas, el cansancio, en fin… En el marco del Día Internacional del Libro, que fue ayer pero que, como todos, deberían recordarse todos los días, valdría la pena ser un poco sinceros con nosotros mismos y por consiguiente con el resto del mundo.
El hecho de que en México se lean 2.8 libros al año por persona (en promedio, según datos de 2011 de la OCDE y la UNESCO) sigue dando pena ajena pero convendría dejar de ver sólo la paja en el ojo ajeno y asumir nuestra responsabilidad. Despedazaron a Enrique Peña Nieto porque no logró nombrar tres libros que le marcaron su vida pero ojalá aquellos que se burlaron nos contaran no sólo el nombre sino el prólogo de algún escrito.
Sí es vergonzoso que quien quiere ser nuestro presidente no sea un erudito literario pero es más vergonzoso que de dientes para afuera critiquemos y no hagamos algo por visitar una biblioteca, a la cual el 40 por ciento de la población mexicana no se ha acercado nunca en su vida, según datos de la misma OCDE.
Yo leo no para ser una mejor persona, no porque quiero ser presidenta, no porque crea que el mundo se convertirá en un cuento de hadas y mucho menos para presumir lo culta que soy.  Sólo leo porque las historias me atrapan, porque despejan mi mente, porque aprendo nuevas visiones de la vida, porque conozco cosas nuevas de la historia, del ser humano y porque tengo una adicción por las letras que tejen mundos surrealistas.

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