Y entonces… ¿por quién hay que votar?

Los mortales, esos que no tienen amigos en los medios de comunicación, que no militan en algún partido político y a los que la burocracia no les impone filias para que voten por tal o cual compadre. Todos ellos no saben por quién van a votar. Vaya, ni siquiera saben cuál de todos esos que veían en los medallones de autobuses es el candidato de su distrito. Esto en el mejor de los casos. En el peor, ni siquiera saben que el próximo domingo hay elecciones.

Haga ese ejercicio. Pregúntele a la amiga en el café, al taxista, al de la tienda o al del gym. A mí nadie me ha sabido decir quiénes son los candidatos de su distrito. Algunos ni siquiera ubican cuál es el número del distrito en que votan. Así de triste la realidad de la democracia de nuestro México que cada vez se hunde más en el limbo.

Antes todos íbamos contra el PRI, por aquello del agandalle de 70 años en el poder. Luego le dimos el voto de confianza al PAN, no uno sino dos sexenios por aquello de que Roma no se construyó en un día. Y ahora ¿por quién toca votar?. Cuando todos los “chiquitos” se han aliado o con uno o con otro o con todos y han perdido la brújula de izquierda, centro o derecha.

Y así estamos todos. A la deriva. Sin ganas de votar, pero conscientes de que hay que llegar a la urna. Somos el voto switcher. Ese que se decide a la última hora. Por el que todos los candidatos dan su reino. Y por el que esta será la elección con más abstencionismo en toda la historia de Puebla.

De campañas, propuestas y spots mejor ni hablamos, cómo hacerles entender a todos los involucrados en el proceso electoral que el sistema está gastado, turbio y tan prostituido que todos cambiabamos la estación en el radio cuando aparecía Chuchita o Pedrito diciendo que bla, bla, bla, bla, bla. Vaya, hoy ya no creemos ni en los periodistas que presentan informes o encuestas “cesudas” y de “buena fuente”. Que Dios nos agarre confesados.

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