Con la muerte por delante

Nadie puede vivir sólo en la realidad. Para poder vivir es necesario creer en algo falso, algo que nos permita soportar la vida, al menos así lo plantea en su Tratado de la Desesperación, el filósofo danés, Soren Kierkegaard, considerado padre del existencialismo. Y así nacen las ilusiones, la fantasía. Como en estos días en los que muchos eligen creer en el más allá. En el cielo o el infierno.

Lo que pasa es que yo no tengo fe. Eso dice mi madre. Quien hace 10 años me mandó a rezar muy fuerte y pedirle a Dios que me quitara una tristeza honda que me oprimía el pecho. La misma que hace 20 me escribió una carta que enlistaba las razones para vivir. “Estás viva porque yo te necesito”, es la frase que siempre recuerdo.

Esta semana de festejos en honor a la muerte y los fieles difuntos, recordaba cómo es que yo de niña tenía tanto miedo a la muerte, a la oscuridad y a la soledad; hasta que encontré más razones para preferir eso a lo aburrido, falso, vacío o paradójico que puede resultar vivir.

Observo a las chicas que rondan los 20. Temían morir en el temblor. Se preocupan por la firma de la tarea, por el 8 en el examen o por la combi que las hace llegar tarde. Tienen expectativas en eso que muchos llaman el “destino” o la vida, o en su inconsciente que las guiará a su deseo.

Algunas aún son vírgenes, otras sueñan con encontrar el amor verdadero, otras suponen que tendrán hijos, también están las que no creen en el matrimonio ni en amores eternos, y hasta las que están decididas a no engendrar. Hoy parece que hay más opciones que las que yo tuve cuando fui a la universidad por primera vez.

Tienen la vida por delante. Aún no reciben una quincena completa para ellas solitas. Un cheque o un depósito de nómina que gastar en maquillaje, zapatos, accesorios, discos, ropa, viajes, cine, regalos para el novio, conciertos, la renta de su departamento de soltera, o el coche del que siempre han estado enamoradas. Aún no lidian con la fama de ser licenciadas, con la gente con la que hay que coexistir en una empresa, o en otra, o en otra; con jefes que te delegan responsabilidades, con la auto explotación, con un corazón roto de a de veras.

“Tú tienes la muerte por delante”, me dijo mi analista cuando recité en el diván por enésima vez mi falta de querer. “Y eso es un fantasma”, remató. Pero esa es otra historia.

Día de Muertos – Ximena Berenguer “Nadiezda”