El último día del siglo XX en el Congreso

Lesly Mellado May

Ahora sí se nos acabó el siglo.

La LVII Legislatura de Puebla se fue con el ánimo de pasar a la historia. Y creo que así será, aunque no por el trabajo de sus integrantes, sino porque marcó el fin de una época.

Los poblanos siempre llegamos tarde, así lo hicimos al nuevo siglo y al nuevo país. Se nos fue la peor y más vieja versión del PRI y nos llegaron los tecnócratas.

El viernes 14 de enero de 2011 fue el último día del PRI, el último día del siglo XX en el Congreso, y como protagonista no podía haber personaje más emblemático que Mario Marín Torres.

Pero el protagonista de la versión extrema del priísmo mexicano se resistió a que le fueran tomadas las fotos de su último día en el poder y decidió no ir al Congreso a entregar su informe de gobierno. Y es que contrario al ex presidente Ernesto Zedillo, quien pasó a la historia como el “demócrata” que entregó tersamente el poder a un Ejecutivo emanado del PAN tras siete décadas de gobierno tricolor; Marín será visto como el último tirano del siglo XX poblano.

La última legislatura controlada por el PRI fue dirigida hasta su extinción por Marín, cuyo estilo de gobernar difícilmente podrá ser superado en el terreno de lo peor.

De última hora aprobaron la cuenta pública del señor gobernador y del secretario de Salud (por si las recochinas dudas el sucesor rompe el pacto de impunidad). De última hora sacaron la Ley Indígena y es que “olvidaron” que Marín proviene una comunidad popoloca. De última hora contrataron un mariachi para decretar “pero sigo siendo el rey…”

Una de las últimas ocurrencias de los otrora diputados fue dejar una herencia tangible al pueblo, una suerte de patrimonio mueble, una sala del horror, dirían otros: ¡sus fotos!

Sí, el siglo priísta quedó (esperemos no por mucho tiempo) colgado en las paredes de una sala de juntas del Congreso, con el rústico sello de su último gobierno. De algunas de las más antiguas legislaturas no consiguieron fotos así que pegaron viles copias fotostáticas de algunos diputados.

Y todavía como presumiendo el sojuzgamiento, el cuadro de cada legislatura está coronado por el gobernador en turno.

Algo llamó la atención del par de fisgonas con el que entré a ver la sala del horror: fue en los gobiernos de Mariano Piña Olaya y Mario Marín Torres cuando la caballada estuvo peor. Hombres y mujeres que no volvieron y difícilmente volverán a figurar en la vida pública porque consiguieron la curul únicamente a través del vasallaje. La perla, por supuesto, es de Marín, quien no conforme con ser el gran legislador, puso a su hermano Enrique de diputado.

Recuerdo una de las primeras estampas de la LVII que da cuenta exacta del autoritarismo, la simulación, el folclor y la crítica ignorada.

Empezaban sus días de vida parlamentaria. Luis Alberto Arriaga, conductor de noticieros Televisa Puebla se estrenaba como miembro de la bancada del PRI y subió a tribuna para marcar su terreno como vocero. Tras él pasó Pepe Momoxpan, diputado independiente, quien no dudó en exhibir el banco en el que sigilosamente había subido Arriaga para disimular su baja estatura. Pocos secundaron la risa de Momoxpan, ¡faltaba más! la mayoría tricolor guardó las formas.

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