Amanecí otra vez entre sus brazos

Lesly Mellado May

Qué como amanecí, pues dormida.

Me echaron una canción de cuna con media hora de adelanto y en cadena nacional para que no me asustara esta mañana cuando viera el dinosaurio en la cabecera.

La voz melodiosa de Leonardo Valdés y el coro de Televisa me susurraron: el PRI volvió.

Me trataron de convencer mis amigos que de inmediato colgaron los brazos que por meses habían levantado  pugnando por una tercera vía para este país.

Y así, necia de cuerpo entero, estuve en vela hasta las 4 de la madrugada esperando que los números coincidieran con los cientos de estampas y de letras que desfilaron por todo el país durante los últimos meses. Nunca sucedió.

Parece que el Cielito Lindo y el cuadro setentero que vimos de niños resignó a mi generación. Mientras, los veinteañeros apurados subían a redes sociales las fotos de las sábanas pegadas en sus casillas donde su candidato sí ganó.  Empezaron frases cruzadas de aliento y desazón; sin razón, dicen los que están complacidos con la vuelta del partido que tanto daño ha hecho a este país.

Este día me hubiera gustado escribir otra cosa, pero muchos me han repetido: “nadie se explica cómo le hicieron”. Y es que sí, la realidad parece no coincidir con la canción de cuna que nos echó el IFE.

Cómo dicen que ganó un señor que no atina a dar los títulos de tres libros. Cómo sumó tantos votos el único candidato presidencial –que yo recuerde- que ha logrado congregar marchas multitudinarias pero en su contra. Cómo le hace el padre de una joven que desdeña a la prole para que justamente la prole vote por él. Cómo el protagonista de la represión en Atenco –hecho arraigado en la memoria colectiva- logra cautivar a las masas.

La “magia” de las élites todo lo puede.

Ahora sí que me durmieron y amanecí otra vez entre sus brazos ¡que susto!

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