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Costurando cortinas de fieltro negro

Martes, 5 de Mayo de 2009

Lesly Mellado May

Mucha gente le teme a la luz. Así que cubren sus ventanas con cortinas gruesas y oscuras, y hasta llegan a hacerse de cajas fuertes para resguardar las pruebas de las triquiñuelas que les permiten embolsarse buenas cantidades de billetes.

No hay distingo para los amantes de la oscuridad, los hay de todos los partidos, colores, olores, sabores, ideologías, usos y costumbres. Utilizan a la oscuridad como una aliada, y la idolatran de tal manera que, como todo vehemente amante, no logran apreciarla en toda su dimensión. Así que la “dotan” de poderes extraordinarios que llegan a pensar que la oscuridad modifica la realidad, y creen que si nadie logra ver sus defectos y chicanadas… éstas no existen.

Iniciaron las campañas para la elección de diputados federales, y serán, en el fondo, como siempre. ¡Benditos pobres que no se acaban!, ni se acabaran, porque son un negocio altamente redituable.

Dicen los señores del IFE que es muy difícil que un partido obligue a un ciudadano a votar a su favor. La garantía: una mampara con cortinas muy monas y muy blancas… Todos sabemos que no hay tal garantía, que hay mil formas para garantizar que la boleta llegue a la urna con el tache puesto por la mano providencial del mapache.

En Puebla, uno de los estados con más pobres, y pobres entre los pobres, es una mina para los partidos, y todos lucran de igual forma con ellos, por eso los padrones de beneficiarios de programas para mitigar la pobreza y la desigualdad son guardados en una caja fuerte llamada Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública.

El año pasado solicité el padrón de beneficiarios del programa marinista Unidos para Progresar (UPP), muy presumido por la gestión estatal y el super secretario de Desarrollo Social, Javier López. La respuesta oficial, palabras más palabras menos es que, por un acuerdo del comité de Transparencia, dicha información está reservada con el argumento de que son datos personales.

La primera reacción fue de enojo, pero ya después más serena, en mi casa a luces apagadas y cobijada por unas cortinas muy gruesas y muy muy negras, me puse a reflexionar y le dí  la razón a los señores oscurantistas.

Imagínese usted, que yo me enteró que doña Rosy, una vendedora de tortillas de Canoa, recibió como beneficio del UPP, la pavimentación de su calle. Dígame si no, la intimidad de esa pobre mujer estaría en un peligro de anchisísimas y larguisísimas proporciones. Ya me la imagino, muerta de miedo, con insomnio y sin hambre (bueno de por sí no tiene mucho qué comer)  pensando qué puede hacer una reportera con sus datos personales.

Ya viendo las cosas así de graves, me abstendré de utilizar de nueva cuenta la Ley de Transparencia, no vaya a ser la de malas y algún pobre beneficiario del UPP caiga muerto de un susto o coraje por mis impertinencias. O “pior tantito” me vaya enterando que los padrones del UPP son igualitos que la lista de afiliados del PRI. Ya pensándolo bien, eso es lo de menos, que tal si el simple hecho de que la información esté mis archiveros logre menoscabar la gobernabilidad del tan distinguido estado de Puebla. ¡Dios guarde la hora!

Tienen razón los señores oscurantistas, sin luz se carbura mejor…

Gracias por mantenernos en el oscurantismo

No haga caso a los primeros párrafos, esos los escribí a la luz de sol y de frente a una ventaja con los cristales recién lavados… ah y con las cortinas de gasa blanca recogidas.