CLAUDIA RIVERA, LÓPEZ OBRADOR Y EL FUEGO AMIGO

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Corrían los días calientes del conflicto poselectoral de 2006. Una orden de Andrés Manuel López Obrador fue suficiente para que sus simpatizantes tomaran por asalto Paseo de la Reforma, desde la Fuente de Petróleos hasta el zócalo, en la Ciudad de México, en protesta por el fraude que a la postre llevaría al panista Felipe Calderón a la Presidencia de la República.

El polémico plantón duró 48 días completos y ella, entonces muy joven, aguantó estoica todo el trayecto en defensa del supuesto triunfo de AMLO. Junto con su madre y hermano, Claudia Rivera Vivanco vivió y durmió en uno de los 47 campamentos que fueron instalados, participando activamente en el movimiento que exigía “voto por voto, casilla por casilla”, seguramente la génesis de lo que hoy se conoce como Morena.

Tiempo después, López Obrador diría que ese plantón fue fundamental pues evitó que hubiera muertos. Lo cierto es que quienes participaron en él se graduaron como activistas políticos y sociales y acabaron por unir sus caminos al de un AMLO que hoy, en los días de triunfo, no sólo no olvida, sino agradece el sacrificio, cualquiera que haya sido éste, de quienes lo acompañaron en aquella protesta y que lo siguieron apoyando hasta conseguir llevarlo a la Presidencia, sin esperar nada a cambio.

La hoy presidenta municipal electa de Puebla fue –es- una de ellas y López Obrador está totalmente consciente.

Por eso extraña que desde la dirigencia nacional de Morena se alienten –o al menos dejen correr- los ataques en contra de quien no es una recién llegada ni una oportunista, como tantos y tantas que, al ver venir la ola AMLO, se montaron cómodamente en ella para obtener posiciones de poder, como el caso del ex candidato a gobernador de Puebla Luis Miguel Barbosa, o los diputados Gabriel Biestro y José Juan Espinosa, los más activos en el acoso hacia Claudia Rivera, injustamente estigmatizada por haber sostenido reuniones y tratos estrictamente institucionales con el gobernador Tony Gali y el alcalde Luis Banck, con quien incluso recientemente realizó un viaje de trabajo a Estados Unidos.

La más reciente –seguramente no la última- agresión de estos personajes fue asegurar que la Comisión de Honor y Justicia del Comité Ejecutivo Nacional de Morena le había iniciado una investigación para aclarar la relación que guarda con Gali y Banck, como si regresáramos a los tiempos del macartismo, aquella absurda y tristemente célebre persecución anticomunista durante el periodo de la guerra fría.

Evidentemente, la especie, que nunca salió a desmentir la estalinista dirigente nacional del partido, Citlali Ibáñez Camacho –también conocida como Yeidckol Polevnsky Gurwitz-, resultó totalmente falsa, pero se inscribió en las virulentas e insistentes acometidas de un grupo que, mediante el fuego amigo, busca deteriorar la imagen y la reputación de quien asumirá el cargo de presidenta municipal capitalina el próximo 15 de octubre, una Claudia Rivera a quien los adelantados buscan bloquear desde ahora por si quisiera reelegirse para ir pavimentando su camino hacia Casa Puebla.

Actualmente la alcaldesa electa viene sufriendo una serie de presiones para que actores de Morena –o sus personeros- ocupen posiciones estratégicas –y de poder político y económico- dentro de su equipo de gobierno, como la Secretaría de Seguridad Pública, la Tesorería, la Secretaría de Infraestructura y hasta la Secretaría de Desarrollo Social.

La idea central es debilitarla todavía más, so pretexto sus “inconfesables acuerdos “con el morenovallismo, para que en la mesa de negociaciones, los Espinosa, los Barbosa, los Gabriel Biestro impongan condiciones y siembren a sus alfiles.

¿Resistirá Claudia Rivera?

Habrá que verlo, pero lo que no deben perder de vista estos y otros habilidosos y ambiciosos personajes, es que la presidenta municipal electa tiene comunicación directa con López Obrador, quien la recuerda muriéndose en la raya en aquel plantón en Paseo de la Reforma en 2006 y quien, por eso y muchas razones más, tendrá todo su apoyo como titular del Ejecutivo federal.

Que nadie se extrañe, entonces, si un día de estos el todopoderoso presidente electo de México decide dar un manotazo en la mesa para terminar de una vez por todas con la insidia, las envidias y los ataques de quienes suponen que solo se avanza en política destruyendo al “adversario” –o a quien ellos creen que es un adversario-.

De hecho, deberían dejar de intentar pasarse de listos y empezar a recordar lo que hace no mucho dijo el propio AMLO:

“Yo no odio, pero no olvido. Perdono, pero no olvido”.

gar_pro@hotmail.com

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