Ahora que Andrés Manuel López Obrador regrese a Puebla (se dice que estará este domingo, a las cinco de la tarde, en Tehuacán), valdría la pena que aprovechara para revisar con lupa lo que está pasando con su campaña en el estado.
Y es que el evidente, innegable, repunte que ha tenido en las últimas semanas, y que ya reflejan las encuestas, podría irse al traste si no pone orden de inmediato.
Por principio de cuentas, AMLO debe saber que por razones que nadie alcanza a comprender, porque salen de toda lógica, su hombre en Puebla, José Agustín Ortiz Pinchetti, puso la construcción y supervisión de la estructura electoral de Morena en manos de un connotado… ¡marinista!
En efecto. Se trata de Jorge Vázquez González, quien en tiempos del góber precioso fue director del Instituto Poblano de la Juventud por obra y gracia del millonario Mario Marín Jr., quien también, cómo de que no, lo apoyó para coordinar el Frente Juvenil Revolucionario (FJR) del PRI.
Allegados a Ortiz Pinchetti todavía no se acaban de reponerse de la sorpresa que les causó la incorporación al Movimiento de Regeneración Nacional de esta gran promesa de la política local.
Aunque ahora reniega de Marín grande y Marín chico, y dice que si un día los conoció ya no se acuerda, la verdad es Jorge Vázquez tiene el sello marinista en la frente.
A pesar de ello pudo “enamorar” a Ortiz Pinchetti, quien a su vez se lo presentó a Andrés (o Andy, como le dicen), el hijo mayor de López Obrador que, ignorante de sus antecedentes, lo adoptó y lo puso al frente de una de las partes más importantes de toda campaña política: la estructura electoral.
“El Peje” no deberá extrañarse si el 1 de julio, en Puebla, no llegan los cuidadores de casillas, o si los representantes de Morena súbitamente se enferman, o si el ejército que debe vigilar los votos se conforma de cachirules, traidores o fantasmas.
Otro foco rojo que AMLO debe procurar atender en su regreso al estado tiene que ver con el PRD, PT y Movimiento Ciudadano, pues los candidatos a diputados de estos partidos no sólo no están haciendo campaña, sino dañando terriblemente el ya de por sí endeble prestigio de la izquierda poblana.
Sólo van por el dinero, lo que ocurra o deje de ocurrir con su candidato presidencial les importa muy poco.
Y poco han avanzado en la estructura electoral, especialmente en el sol azteca, y hasta el diputado Eric Cotoñeto lo reconoce en cualquier plática de café.
Tienen al menos 5 millones de pesos de las prerrogativas oficiales, pero no se ven por ningún lado, pues a la fecha no han llegado ni al 40% de avance del total de las casillas a instalar en Puebla.
A excepción tal vez de Manuel Bartlett, el único que se cree sus propias encuestas, los candidatos de Morena en la entidad están resultando un verdadero lastre para López Obrador.
No sólo no lo ayudan, sino que le estorban.
¿De qué le va a servir todo el esfuerzo que viene haciendo para poder llegar a pelear de tú a tú con el priísta Enrique Peña Nieto, si en lugares como Puebla ese trabajo no es respaldado por sus operadores y, peor, si el epicentro de su campaña, como el armado de la estructura electoral, se pone en manos de priístas con nexos bastante impresentables?
AMLO debe ser advertido de lo que está pasando en Puebla. Llenar mítines está muy bien, pero no es posible que duerma con el enemigo y, aún más grave, que nadie de sus supuestos simpatizantes se lo diga.
En 2006, hay que recordar, una de las tantas razones que lo llevaron al fracaso (además de la guerra sucia y la burda operación del gobierno de Fox en su contra), tuvo que ver con el pésimo manejo de su estructura electoral, que incluso llegó a ser infiltrada tanto por panistas y priístas como por emisarios de Elba Esther Gordillo.
De hecho, la palabra “fraude” –que denunció la misma noche del 2 de julio de ese año- empezó a perder sentido cuando se comenzó a saber que no tenía cómo demostrarlo, o documentarlo, gracias en buena parte a que no consiguió cubrir el 100% de las casillas con sus representantes.
No le vaya a pasar lo mismo este 2012.