Del Viejo Autoritarismo Priísta a la Restauración del “Nuevo” PRI

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Después del proceso electoral de julio del 2012, no tan polarizado y confrontado como sucedió en el 2006, el regreso del PRI fue tranquilo y su alternancia se dio sin grandes sobresaltos.

Sin embargo, el gobierno de Enrique Peña Nieto sabe que tiene en sus manos un país dividido en tres grandes fuerzas políticas: PRI, PRD y PAN; que las instituciones están debilitadas; que los índices de inseguridad crecieron por todo el país; que la corrupción aumentó; que sigue habiendo altos grados de impunidad; que hace falta crecer económicamente, y que los signos de hambre y pobreza son alarmantes.

Un objetivo fundamental que se han trazado los priistas para la restauración del partido de Estado, además para enfrentar los retos y las deudas heredadas por el régimen anterior, fue abordarlos desde lo político, de ahí la idea del “Pacto por México”.

La nueva élite del poder político está convencida que las “grandes reformas estructurales” son la única vía que tienen para resolver en un corto y mediano plazo los complejos problemas del país. Sabe que tiene que dar respuestas a la sociedad lo más pronto posible.

De ahí la importancia estratégica que le han dado al llamado “Pacto por México”; por eso se ha convertido en la mejor plataforma de lanzamiento para sus principales iniciativas. Con un gran impacto mediático y social para posicionarlos y diferenciarlos lo más rápido posible de los gobiernos azules.

La paternidad del llamado “Pacto por México” se la adjudican José Murat (PRI), ex gobernador de Oaxaca, y “Los Chuchos” -Jesús Ortega y Jesús Zambrano (PRD)-, quienes después sumaron al PAN con Gustavo Madero a la cabeza.

Es en ese contexto donde la reforma educativa salió con éxito y sin daños colaterales, pero con un gran ingrediente adicional: la aprehensión de la lideresa magisterial Elba Esther Gordillo, un acto de justicia necesaria pero selectiva que la mayoría de los sectores políticos y sociales ha aplaudido.

Por su parte, la presentación de la iniciativa de reforma en telecomunicaciones sólo modificó en algo el escenario anterior, el fondo es el mismo, es un asunto mayor que impactará a los monopolios de la televisión y la telefonía en México. Su efecto es abrir la competencia, ofrecer confianza al sector empresarial y darle garantías a la inversión del capital global.

La reforma energética, el paso siguiente, la cuidarán al extremo y hasta el último momento, la consensarán y guardarán bajo llaves. No desean que pase lo que sucedió durante el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, es un asunto de Estado. Es un tema político que, mal manejado, puede fortalecer a Andrés Manuel López Obrador (Morena) y eso es lo que no desean. La presentarán hasta que las condiciones políticas estén dadas.

Lo mismo sucederá con la reforma fiscal, para evitar su politización, exposición y rechazo social, nada aprobarán sin el llamado “consenso” de las tres principales fuerzas políticas del famoso “Pacto por México”.

Hoy por hoy –cualquiera lo ve- las tres cúpulas partidarias viven a plenitud el amasiato con el Ejecutivo federal y dos de ellas (PRD y PAN) sienten que cogobiernan el país. Tanto Zambrano como Madero ahora son visitantes asiduos de Los Pinos.

Y es que ya trabajan una “gran” reforma política. ¿Para qué?

Tanto Peña Nieto y su partido (PRI) como los líderes nacionales del PRD y el PAN pactan, avanzan, consensan, acuerdan y piden ser cumplidos sus compromisos. Uno y tal vez fundamental para los “tres alegres compadres”, es aquel que modifique de fondo las reglas actuales del poder político en México.

Quieren hacer la hechura e impulsar una reforma política -dicen ellos- “de gran calado, de altura de miras, moderna, plural y democrática”: reelección de diputados y presidentes municipales; financiamiento público; reducción de los tiempos de campaña; transparencia; menor número de diputados y senadores de representación proporcional; tiempo en medios de comunicación y financiamiento privado, entre otras.

Pero pocos lo saben: en realidad lo que quieren es aumentar el requisito para obtener el registro o mantenerlo en un 4 o 5 por ciento de la votación nacional. Además, aprobar la segunda vuelta para la elección presidencial. Con esto, en los próximos comicios del 2015, el riesgo será para el PT, Nueva Alianza, PVEM y Movimiento Ciudadano, condenados así a desaparecer.

El objetivo de César Camacho Quiroz, Madero y Zambrano es que esos partidos (satélites, arrecifes, parásitos y oportunistas) pierdan su registro nacional y solo existan en México tres grandes fuerzas políticas, mismas que disputen el poder y definan en una segunda vuelta el gobierno en turno.

Así, el PRI podría aliarse con la izquierda o con la derecha para seguir gobernando o la izquierda buscará al PAN para sacar al PRI del poder. Un elemento más: el PRI no quiere ni querrá dejar el poder, la izquierda “domesticada” evitará que Morena o López Obrador los desplace y el PAN no quiere ver de regreso a los calderonistas.

Una jugada perfecta desde donde se le vea.

El régimen actual de Peña Nieto tiene sus prioridades nacionales y por supuesto que son las reformas; sin embargo, requiere que la izquierda electoral (“Los Chuchos”) y la derecha de Madero se mantengan de su lado. Una izquierda cooptada, sin movilidad social y sin relación con las protestas sociales le es necesaria, lo mismo que una derecha tradicional, conservadora y sin la ultraderecha.

Otro elemento sustancial para su gobierno es la gobernabilidad, esta es fundamental para mantener un país tranquilo, en calma y sin sobresaltos; lo que no quiere EPN son conflictos recurrentes, innecesarios o confrontaciones sociales. También quiere imponer su “moderno” presidencialismo con los gobiernos locales.

De ahí que los 14 procesos locales electorales, incluido el de Puebla, le son importantes a Peña Nieto, más no su principal objetivo.

Por supuesto que está enterado de los comicios de este año en las entidades, claro que opinará y tomará decisiones. Pero lo demás lo operarán su secretario de Gobernación (Miguel Ángel Osorio Chong) y sus dirigentes partidarios, que para eso los puso.

Pero la verdadera apuesta, dentro de un plano global, es cero conflictos post electorales en el país, cero confrontaciones, cero daños, cero choques directos con los gobernadores, y que el país se mantenga en santa paz; este es el proyecto de la restauración del “nuevo” PRI.

Pero habrá que preguntarse: ¿Y después del 2013 qué?

Tal vez sean los andamios para el proyecto y el futuro de una nueva clase gobernante que impulsa y forma el nuevo grupo de poder en México.

Pero mientras eso sucede, con una izquierda y derecha electoral domesticadas, sin contrapesos, sin oposición alguna, el “Pacto por México es un logro nacional”, una cereza en el pastel, el principio y fin de todas las cosas, una joya que Peña Nieto se dispone a cuidar como a ninguna otra y que de ninguna forma dejará que se le vaya de las manos.

gar_pro@hotmail.com

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