Tras el 7 de junio, de alta prioridad para Casa Puebla se ha convertido el proceso de elección del nuevo dirigente del Comité Ejecutivo Nacional del PAN, en el que el gobernador Rafael Moreno Valle tiene todas sus canicas puestas en Ricardo Anaya, coordinador de los diputados federales de Acción Nacional, en obvia alianza –o “consorcio”, como dice el otro aspirante al cargo, Javier Corral- con el actual mandamás del partido, Gustavo Madero.
La elección del nuevo dirigente del PAN es sumamente importante por al menos tres motivos: a quien resulte ganador de la contienda interna le corresponderá designar a los coordinadores en la Cámara de Diputados y en la Cámara de Senadores; también llevará el control de los procesos de elección de los candidatos a las gubernaturas que estarán en juego en 2016, la de Puebla incluida, y finalmente, pero no menos importante, será el responsable de la selección de la candidatura presidencial del 2018, para la que está apuntado Moreno Valle.
Hasta el momento, el proceso ha transcurrido sin demasiadas turbulencias; sin embargo eso no quiere decir que así será de aquí al próximo 16 de agosto, cuando se realizará la jornada de votación mediante el sufragio directo, libre y secreto de los militantes que a esa fecha tengan una antigüedad mínima de 12 meses y aparezcan en el listado nominal definitivo de electores, un factor que resultará determinante a la postre.
El movimiento encabezado por Corral –que rompió la candidatura única que RMV y Madero pretendían- empieza a aglutinar a los inconformes del partido, que no son pocos; los mismos que han quedado fuera del pastel que se han venido repartiendo Moreno Valle y Madero, dueños, entre otras cosas, del padrón.
Al grito de “¡rebelémonos!”, el senador Corral pretende capitalizar la inconformidad con el rumbo que ha tomado el partido. Una silenciosa rebelión de las bases contra la “cargada”, la “línea” y los cacicazgos, que en Puebla ha encontrado eco entre los yunquistas, furibundos antimorenovallistas.
En esa lógica, ha impugnado ante el TEPJF la integración de la comisión organizadora nacional de la elección panista, pues al menos tres de sus integrantes - Silvia Garza, Marcela Torres Peimbert y Kenia López Rabadán- se han manifestado públicamente a favor de su contrincante, Ricardo Anaya.
El mismo Anaya que el pasado 15 de junio vino a Puebla a recibir, literalmente, la bendición por parte de Moreno Valle, en una muy comentada comida en la residencia oficial del gobernador, a la que acudieron los principales operadores morenovallistas a nivel nacional –como Roberto Gil, Francisco Cabeza de Vaca, Jorge Luis Lavalle, Javier Lozano Alarcón y Luis Fernando Salazar- y los gobernadores electos de Querétaro y Baja California, Francisco Domínguez y Carlos Mendoza, respectivamente.
Es mucho lo que se juega el mandatario poblano el 16 de agosto, entre otras cosas que su aspiración presidencial se mantenga viva de aquí a la hora decisiva del 2018. No por nada le ha garantizado a Anaya un triunfo contundente en Puebla y en por lo menos cinco o seis estados más donde la estructura morenovallista ya funciona desde hace meses.
Del resultado también depende el rumbo que tome la dirigencia estatal del PAN, hoy en manos del adversario morenovallista Rafael Micalco, quien se ha defendido como gato boca arriba ante las acometidas para lograr su destitución.
Así, en la agenda de Casa Puebla están anotadas dos fechas importantes: el inicio de la campaña de Anaya, lo que sucederá el próximo 16 de julio, y el 16 de agosto, cuando se decidirá buena parte del futuro de Moreno Valle en la elección interna, para la que se afina la maquinaria.
Por cierto, según la comisión electoral panista, sí habrá debate obligatorio entre los aspirantes a la dirigencia nacional, el cual se efectuará el 30 de julio a las 19:00 horas.
Y fijaron el tope de gastos de precampaña y campaña en 9 millones de pesos por candidato, una cifra totalmente ridícula considerándose las carretadas de dinero que se van a mover realmente para concretar el asalto al PAN.