EN EL PRI… LO PEOR ESTÁ POR VENIR

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Hay indicios claros de que a nivel nacional el ex dirigente del PRI, Manlio Fabio Beltrones, prepara una revuelta contra el grupo más cercano a Enrique Peña Nieto.

Ante el embate de una corriente que buscará una llamada “reforma necesaria”, se perfila un ataque preventivo desde Los Pinos, para dejar en claro que “el Presidente es el dueño del partido”.

Todo tendrá un efecto de tsunami en el Comité Directivo Estatal (CDE) y en los aspirantes en Puebla, que los aldeanos Lastiri, Estefan, Doger, Armenta y Jiménez Merino -el más aldeano de todos- no alcanzan a ver y ante el que nada podrán hacer.

Se prevé que la próxima semana en Sesión de Consejo Político se elija al nuevo presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN).

Ante los amagos de los beltronistas, que lo respetan a él, pero irían tras sus allegados, el Presidente de la República dará un manotazo y designará con prisa al sucesor de Manlio, el principal instigador.

La mano de Peña Nieto tiene tres cartas: Luis Videgaray y Caso, secretario de Hacienda; José Calzada Rovirosa, ex gobernador de Querétaro y titular de Sagarpa; y como comodín inesperado, Enrique Ochoa Reza, director general de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

El último es en realidad gente del mismo Videgaray y aparece ante la inconveniencia de que el titular de la SHCP deje su cargo.

El cálculo es la mala señal que daría el gobierno con su cambio a una posición política, en medio de los problemas económicos del país.

Peña no necesita acrecentar su mala imagen.

Independientemente del sisma que traerá entre los grupos poblanos la llegada del nuevo presidente nacional, los conflictos internos están muy lejos de encontrar calma.

Si bien los efectos en la dirigencia estatal y los aspirantes deberán leerse dependiendo de quién llegue, es un hecho que la revuelta en ciernes del beltronismo traerá más descontrol.

En el Revolucionario Institucional lo peor está por venir.

Si los aldeanos priístas de Puebla no han podido conjurar su división y generar unidad verdadera, menos podrán con la corriente que plantea una reforma al priísmo y busca revancha entre los funcionarios del gobierno federal.

Desde esa visión se culpa a los funcionarios peñistas de las derrotas y de la creciente mala imagen del tricolor en el sexenio.

Con ese pensamiento están en sintonía ex mandatarios, ex dirigentes y muchos líderes por todo el país.

Puebla no se ha sustraído de tomar también partido en esa guerra de acusaciones y deslinde de responsabilidades.

Muy al estilo del discurso de renuncia de Beltrones, cuando parafraseó a Luis Donaldo Colosio, se considera que “lo que los gobiernos hacen, sus partidos lo resienten”.

La disyuntiva de los poblanos ya no se reduce a la miopía de ver si con la posible llegada de Videgaray, Calzada u Ochoa se queda o se va Estefan.

Con cualquiera de los tres, la continuidad del diputado federal está supeditada a otros factores. Hoy, los escenarios han cambiado tanto como los acuerdos.

Las batallas son en otros escenarios, principalmente 2017 y la elección del Estado de México, con la Lista Nominal más abultada del país, que marcará la ruta de la sucesión en el 2018.

Puebla y los pequeños pleitos de los grupos, los disparates de los adelantados y las recetas para la unidad serán borradas de un brochazo.

Las decisiones y el conflicto interno en ciernes, de niveles nacionales, definirán todo.

Aquí, los priístas locales podrán seguir en sus infiernitos.

Si no le importaron a Peña cuando eran coyuntura, por qué habrían de llamar su atención ahora.

gar_pro@hotmail.com

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