PRI DE PUEBLA: ESTAS RUINAS QUE VES (APUNTES RUMBO A LA XXII ASAMBLEA NACIONAL)

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Metidos en perennes disputas por migajas, divididos hasta la médula, permanentemente distraídos en ambiciones y obsesiones coyunturales, sin idea de partido –y menos de partido de oposición-, sin liderazgos efectivos, con un delegado (José Olvera Acevedo) que o da pena o ternura con sus declaraciones y valoraciones sobre la realidad del priísmo local, con una dirigencia estatal (Jorge Estefan Chidiac) más ocupada en su proyecto político personal y con operadores que únicamente “operan” desde restaurantes, cafeterías y curules, el Revolucionario Institucional en Puebla se dirige hacia un nuevo fracaso, más allá de lo que resulte (¿candados o no candados?, hete ahí el dilema) en su XXII Asamblea Nacional de estos días.

Conforme pasan los años, a los priistas poblanos se les está olvidando ganar elecciones. La de 2018 no será la excepción, pero seguramente no lo saben, su terrible mezquindad los tiene cegados y peleando por los despojos.

Existe una diferencia notable entre ser inteligente y ser astuto. Son pocos los priistas inteligentes, casos excepcionales. Por el contrario, existen varios y varias que destacan por su astucia, muchos de ellos notorios operadores electorales; por cierto, algunos en proceso de fuga a otros partidos. Y es que el asunto de burlar las leyes y rellenar las urnas requiere una logística impecable. Por años el PRI fue una escuela de alto nivel en lo que se refiere a la preparación de “mapaches electorales” y ejemplos sobran.

Sin embargo, el escenario ha cambiado. Las reglas se han modificado y asistimos al funeral de connotados operadores, que inmersos en estos cambios no atinan a descifrar el nuevo contexto. Sus conocimientos se volvieron obsoletos. Por ello poco a poco han sido desplazados del centro a la periferia. Algunos ofreciendo sus servicios en municipios alejados del estado, incluso en otros estados colindantes, suburbanos o rurales donde la modernidad electoral aún no llega.

Los priístas siguen a la espera de la “línea” presidencial para salir de su modorra y ni siquiera son capaces de preguntarse por qué es muy probable que toquen fondo en 2018 ante la avaricia y la falta de un marco conceptual, que les permita operar una estrategia eficiente y que los lleve al triunfo.

A la fecha son por lo menos dos los problemas estructurales que los aquejan:

EL COLAPSO DE SU VOTO DURO: los priistas deben entender que su voto duro tiende a desaparecer. Durante años esta cantidad de votos asegurados fue suficiente para avasallar a sus oponentes. Permitió que cualquier tipo de estrategia derivara en un triunfo. Lo anterior brindó la ilusión de que todos los que participaban en la elección eran expertos, incluso algunos lo siguen creyendo. La realidad es que han sido incapaces de encontrar otros nichos de mercado, por ejemplo en los jóvenes, las mujeres, las organizaciones civiles, entre otros. Su voto duro está colapsado. Por ello hoy requieren verdaderos estrategas para planificar acciones que sean exitosas. Si el PRI se decanta por políticos de cepa al momento de elegir a sus cuadros directivos, volverán a caer en una práctica muy común en este partido, la misma que ellos mismos han bautizado como “mamaseo”.

¿Qué es el “mamaseo” en el PRI? Simple: es la manera en que los priistas simulan todo tipo de actividades; por ejemplo, es una foto en un crucero entregando un obsequio, pero solo uno, para la foto; es posar con gente de alguna colonia, de preferencia marginal, sentado entre ellos, como si de verdad convivieran desde siempre; es una foto con un personaje importante de la política nacional, que no sabe ni el nombre de con quién está posando, pero que el interesado subirá a redes sociales con algún pie de foto parecido al siguiente: “Con mi gran amigo fulano de tal”, “siempre será un gusto intercambiar ideas con perengano”, “casual, aquí con zutano, después de una enriquecedora reunión”. Es la pose, la imagen, la simulación, que no brinda ningún voto a su partido, pero que sirve para chantajear, argumentando el “gran trabajo” que se ha desplegado en tierra. El “mamaseo”, actualmente, es uno de los peores males en el PRI poblano.

AUSENCIA DE CUADROS COMPETITIVOS: como he dicho, durante muchos años el PRI no fue una escuela, sino la única escuela de operadores electorales. Generaciones y generaciones de expertos en lucrar con la voluntad popular, verdaderos especialistas en manipular padrones y boletas, sustracción de urnas, alteración de sábanas y por supuesto en resucitar muertos, que una vez que votaban regresaban a sus tumbas. Para ello no se requería gran inteligencia, más bien una buena dosis de astucia. Por ello en el PRI nunca se privilegió el análisis, mucho menos la elaboración de escenarios. Ante esta dura competencia, los priistas no tienen respuesta. Esperan a que les “tiren línea”, que les digan qué hacer, cómo actuar, no son capaces ni siquiera de entender el modelo político que aplica el presidente Enrique Peña Nieto y el dirigente nacional Enrique Ochoa Reza. Naufragan entre el “mamaseo” y la incertidumbre. Así, en Puebla caminan rumbo a una nueva derrota, quizá la más dolorosa de su existencia.

En el PRI no hay cuadros competitivos: los Lastiri, los Doger, los Blanca Alcalá, los Estefan Chidiac, los Jiménez, los Zavala y demás fauna, rebasan por mucho los 50 o 60 años de edad, algunos ya a punto de recibir la extrema unción en términos políticos. Están muertos pero aún no lo saben, recordando a Juan Rulfo.

Los nuevos cuadros del PRI son algo parecido a lo patético. Se desenvuelven entre el “mamaseo” y la “política de alcoba”, donde muchas nuevas priístas han en contrado acomodo (y las historias se multiplican en Puebla). Son analfabetos funcionales (el ejemplo más claro es Pablo Fernández del Campo) y no son estrategas, más bien parecen profetas de lo vano y lo fútil.

Vagan entre la realización de eventos a donde van las mismas personas, las mismas caras, las mismas mañas, eventos que al final son un desperdicio de dinero, tiempo y esfuerzo, porque no reditúan en votos. El nuevo PRI se parece mucho al viejo PRI, sólo que ahora da lástima y no miedo.

En resumen: el colapso del voto duro y la ausencia de cuadros competitivos son los ingredientes que, de no revertirse, configurarán la derrota del PRI en Puebla en 2018. Por ello, algunos de sus integrantes que de manera empírica comienzan a adivinar este escenario, están buscando con todas sus fuerzas subirse a otro tren ganador, una cuestión netamente de expectativa política. Ese tren, evidentemente, es el de MORENA.

El reto de los priistas no es menor. En los próximos días, tras la Asamblea Nacional del PRI, seguramente observaremos cambios a nivel nacional y eso repercutirá en el ámbito local.

La kafkiana renovación de su Comité Municipal capitalino, por ejemplo, representa la oportunidad de comenzar un proceso de recomposición, considerando que tendrá la responsabilidad de establecer la estrategia ganadora de uno de los municipios más importantes del país. Pero si dicho Comité es entregado, como se especula, a la hija o al yerno de la candidata del PRI derrotada en 2016, la hoy embajadora en Colombia, Blanca Alcalá, se confirmarán las peores sospechas y se confirmará que en Puebla, el PRI definitivamente no tiene remedio.

Si el PRI aspira a competir de manera decente en 2018, tendrá que ir a una batalla calle por calle, casa por casa, seccional por seccional, contra adversarios (el morenogalicismo) que los tienen bien medidos y que a diferencia de los priistas, sí saben lo que quieren.

Como diría el clásico: que luego no digan que no se los dije.

gar_pro@hotmail.com

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