LA BANDA QUE SECUESTRÓ A HARP HELÚ Y “EL JEFE DIEGO”, YA PEGÓ EN PUEBLA

foto-alberto

El pasado jueves 14 de septiembre se dio a conocer la liberación del empresario Alberto de la Fuente y de la Concha, secuestrado el 29 de noviembre de 2016 en Camino a Morillotla, en el municipio de San Andrés Cholula, tras haber dejado a su pequeño hijo en la escuela “Unión Montesori”.

“El Chorro”, como se le conoce, estuvo casi diez meses privado de su libertad, un verdadero infierno para él y su familia; oficialmente, no se informó sobre los detalles de su liberación, pero fuentes cercanas al caso aseguran que en las negociaciones intervino un equipo experto –de origen extranjero- en el rescate de víctimas de este tipo de delito y que se pagaron “muchos millones de dólares” a los delincuentes, integrantes de una banda altamente peligrosa y sofisticada, y cuyo comportamiento y modus operandi ha hecho pensar a las autoridades –en específico a la Fiscalía de Secuestro y Delitos de Alto Impacto (FISDAI)- que podría tratarse de la misma organización criminal que a lo largo de los últimos años ha estado detrás de sonados casos de secuestro en el país.

Entre ellos, el del empresario Alfredo Harp Helú, el hoy ex presidente del Consejo de Administración del Grupo Financiero Banamex-Accival, secuestrado el 14 de marzo de 1994 y liberado tras 106 días de cautiverio después de que su familia pagara un rescate que ascendió a 30 millones de dólares; y el del ex candidato del PAN a la Presidencia de México Diego Fernández de Cevallos –“El Jefe Diego”-, secuestrado el 14 de mayo de 2010 y liberado el 20 de diciembre de ese mismo año, aunque se sospecha que los secuestradores de Alberto de la Fuente también habrían participado en los muy conocidos plagios del ex director técnico del equipo de futbol Cruz Azul Rubén Omar Romano y de Vicente Fernández Jr., hijo del célebre cantante de música ranchera Vicente Fernández.

“El Chorro” estuvo 290 días secuestrado y hay suficientes elementos para creer que este fue el primer gran golpe de esta banda en Puebla, una entidad lo suficientemente atractiva para la delincuencia organizada de alta escuela, dada la ostentación que muchas familias hacen de sus históricas fortunas y el continuo (y a veces insultante) nacimiento de nuevos millonarios –o multimillonarios- sin la más mínima cultura de la decencia o la discreción.

No es el caso de Alberto de la Fuente, hijo del empresario inmobiliario y ex director de Bancrecer, propietario, entre otros negocios, de la Arrendadora Angelópolis y de la firma Unión de Crédito, levantado para su desgracia aquel infausto 29 de noviembre cuando viajaba en una camioneta Jeep de color blanco modelo 2015, tras hacer lo que hacía todos los días: ir a dejar a su hijo en la escuela.

Con movimientos perfectamente sincronizados y armas de alto poder, los secuestradores lo interceptaron, lo subieron a una camioneta Voyager de color azul cielo, y luego cambiaron de vehículo, una camioneta Land Rover de color negro, con placas de la Ciudad de México, que presentaba lo que se conoce como estrobos –luces blancas que destellan intermitentemente al estilo de las patrullas policiacas- y en la que finalmente huyeron con rumbo desconocido.

Como sucedió con los secuestros de Alfredo Harp y “El Jefe Diego”, pasó poco más de un mes (38 días) para que los delincuentes hicieran la primera llamada telefónica a la familia de “El Chorro” pidiendo rescate, una cifra de muchos ceros; a partir de ahí, como me dijo un agente cercano al caso, los secuestradores “no cometieron un solo error”, lo que los hizo volverse prácticamente “invisibles” para las autoridades, a grado tal que éstas nunca estuvieron ni siquiera cerca de ubicarlos, como tampoco la casa –o las casas- de seguridad donde mantuvieron privado de su libertad a Alberto durante casi 10 meses, lo que duró la pesadilla para él y sus seres queridos.

Lo peor es que es muy poco lo que se sabe de esta peligrosa banda, conformada al parecer por entre seis y 10 integrantes –algunos de ellos calvos- y muy posiblemente policías en activo o ex policías o ex agentes de alguna corporación de seguridad pública o de inteligencia, que conocen a la perfección las entrañas del ineficiente y corrompido sistema de procuración de justicia, y con un nivel de información que sale de lo común.

“Profesionales en su negocio” –el terrorífico negocio del secuestro-, planean durante mucho tiempo sus “golpes”, usan sofisticado equipo de radiocomunicación y eligen a sus víctimas tras meses y meses de cuidadoso y paciente seguimiento: ¿con quién se reúnen?, ¿con quién hacen negocios?, ¿cómo y a dónde viajan?, ¿cuáles son sus rutinas?, ¿dónde comen?, ¿a qué escuelas acuden sus hijos? y sobre todo ¿a cuánto ascienden sus fortunas o las de sus familiares?

“Van a lo seguro, no matan (a sus secuestrados) a menos que sea su última carta, y siempre cobran el dinero exigido; luego desaparecen durante algún tiempo, sin dejar rastros, como si fueran fantasmas, para regresar y volver a secuestrar”, me dijo una de las fuentes.

Sí, todo parece indicar que la banda que secuestró a Harp Helú y al “Jefe Diego”, ya dio su primer golpe en Puebla.

¿Será el último?

gar_pro@hotmail.com

Leave a Reply

You must be logged in to post a comment.