BLANCA ALCALÁ Y JUAN CARLOS LASTIRI: OPERACIÓN CICATRIZ

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No todas las heridas del 2016 han cerrado; varias, de hecho, nunca terminarán de cicatrizar, pero entre las que empiezan a tener una suerte distinta, está la historia de Blanca Alcalá Ruiz y Juan Carlos Lastiri Quirós, “próceres” del PRI profundamente distanciados –peleados, incluso- tras la muy dolorosa derrota electoral del pasado año, cuando estuvo en juego la gubernatura de Puebla.

Incapaz –como se sabe- de reconocer sus propios errores y debilidades en una de las peores campañas que se recuerden en Puebla; más cerca de la victimización que del análisis frío, la hoy embajadora de México en Colombia encontró pronto en el subsecretario de la Sedatu a uno de los grandes culpables de su estrepitosa derrota.

Palabras mayores como “traición”, “engaño” y “vileza”, fueron manejadas constantemente desde el entorno de la ex alcaldesa de Puebla siempre que ella o sus cercanos se referían a Lastiri Quirós, elevado así al rango de “villano favorito” del blanquismo –o lo que eso de “blanquismo” signifique-.

No una, docenas de veces el funcionario federal, hoy comisionado por el presidente Enrique Peña Nieto para la reconstrucción de los daños causados por los sismos de septiembre en el estado, fue señalado por haber “abandonado” a la entonces candidata a Casa Puebla.

La acusación, que cobró vuelo en influyentes espacios de prensa, fue una: mañoso, Lastiri primero animó y convenció a Blanca Alcalá a aceptar la candidatura del PRI, sabiendo perfectamente que sería arrollada en las urnas por el morenogalismo, como efectivamente sucedió el 5 de junio de 2016, y luego la dejó a su suerte en plena campaña, para ser devorada lenta pero persistentemente por los lobos.

De esta forma, según esa tesis, Lastiri perversamente se quitó de encima con suma anticipación a una potencial rival en la lucha por la candidatura del PRI al gobierno del estado en 2018, a la que aspira el subsecretario de la Sedatu.

Una de las tantas anécdotas de esa caótica campaña refiere que un día, desesperada y más sola que una ostra, la propia Blanca Alcalá se comunicó con Lastiri Quirós para exigirle una “prueba de amor”, un acto de fuerza que dejara ver que las versiones de traición o simulación -que corrían como lumbre- eran infundadas.

Le pidió con todas sus letras renunciar a la Subsecretaría de la Sedatu para venir a Puebla a apoyarla, con todo y sin medias tintas.

El “no”, contundente, de Lastiri confirmó a la candidata todas sus sospechas, y alimentó a la postre todos sus rencores.

(Nunca contó la senadora con licencia que el subsecretario consultó el tema con sus superiores, sobre todo con su jefa directa, la secretaria Rosario Robles –integrante del grupo “Sostén” que en 2007 la respaldó en su camino a la presidencia municipal de Puebla-, y que ellos fueron los que le ordenaron quedarse donde estaba).

Desde entonces, la relación tronó, y no hubo poder humano capaz de restaurarla… Hasta hace relativamente poco, cuando, gracias a la intermediación de terceras personas, entre ellos el yerno de la embajadora, Alcalá y Lastiri, Lastiri y Alcalá pudieron sentarse para limar asperezas y hacer aclaraciones.

Fuentes enteradas afirman que lograron verse antes de que ella emprendiera su aventura colombiana y que, cara a cara, hablaron largo y tendido, y en buenos términos, de los puntos conflictivos que los distanciaron desde mitad de 2016.

Y con tal suerte que si bien se da por sentado que la ex alcaldesa preferiría al delegado del IMSS, Enrique Doger Guerrero, como el candidato del PRI a la gubernatura para el proceso 2018, no es imposible que cambie de opinión de aquí a las definiciones, sobre todo si Juan Carlos Lastiri es capaz de llegar a acuerdos de peso con ella y sobre todo garantizar el futuro político de la regidora Karina Romero, hija de Blanca Alcalá, hoy por hoy su máxima prioridad.

No son, por eso, descabelladas las versiones que circulan en el sentido de que la citada Karina podría ocupar ya sea la dirigencia municipal del PRI o una cartera importante en el Comité Directivo Estatal del partido, o bien una candidatura a diputada federal o local –y hasta plurinominal-, en caso de que el subsecretario de la Sedatu dé el campanazo y resulte el abanderado a Casa Puebla.

Sería, en todo caso, parte de la Operación Cicatriz iniciada entre Blanca Alcalá y Juan Carlos Lastiri, por más increíble que parezca

gar_pro@hotmail.com

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