LAS CENIZAS DEL PRI

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La nota relevante de la elección de la dirigencia nacional del PRI, que sin contratiempos, en medio de múltiples anomalías y sin sorpresas ganó, arrasando, el gobernador con licencia de Campeche, Alejandro “Alito” Moreno, es en realidad la anémica militancia que los números evidencian que le ha quedado al otrora partido de Estado. A pesar de que su padrón, por supuesto inflado, es de más de 6.7 millones de afiliados, sólo alrededor de 2 millones -en cifras alegres- participaron supuestamente en la consulta a la base del domingo. En Puebla, en donde presuntamente hay casi 660 mil priístas validados por el INE, ni siquiera el 37 por ciento acudió a las urnas; se calcula que votaron unos 180 mil. Los tricolores que quedan, literalmente están buscando desde hace meses chamba con quien rendirá protesta como presidente del CEN o en otros partidos y poco o nada saben sobre el futuro, más allá de la certeza de las cenizas que no avizoran renacimiento.

El triunfo del llamado “Alito”, que algunos apodan “Amlito” por su cercanía y abyección con el presidente Andrés Manuel López Obrador, perfila también una relación colaboracionista del tricolor con el nuevo régimen.

Con el campechano, ya se ha advertido en muchos espacios, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se convertiría por primera vez en su historia en un instituto político “satélite”.

Lo será, en las nuevas condiciones del país, para el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y la Cuarta Transformación (4T).

Ya sus bancadas en el Senado de la República y la Cámara de Diputados han dado muestra de ello en el primer año de ejercicio de esta LXIV Legislatura.

Los disidentes internos han advertido de un “pacto de impunidad”, entre el grupo de Enrique Peña Nieto y AMLO.

Eso se verá, de ser cierto, más pronto que tarde.

De acuerdo con los datos a disposición, “Amlito” Moreno Cárdenas obtuvo, con su compañera de fórmula, Carolina Viggiano Austria, quien irá a la secretaría general del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), el triunfo con más de 80 por ciento de los votos emitidos.

La empresa Consulta Mitofsky, de Roy Campos, la única que realizó encuesta de salida, situó también a las fórmulas que encabezaron la yucateca Ivonne Ortega Pacheco, con un lejano 15.2 por ciento, y a la desconocida Lorena Piñón, con 3.9 por ciento.

Un triunfo arrollador y hasta obsceno, pues hay acusaciones de obscena, obvia y burda mapachería.

¡Si, en la misma Catedral del Fraude, se achacan trampas!

Las bajas cifras de participación a nivel nacional tuvieron su reflejo en Puebla.

Unos 180 mil militantes se estima que participaron, a pesar de que padrón estatal, avalado por el Instituto Nacional Electoral (INE), es de poco más de 655 mil militantes.

Hasta el derrotado candidato a la gubernatura del PRI, Alberto Jiménez Merino, consiguió muchísimos más sufragios el pasado 2 de junio: 281 mil 809.

Y eso ya es mucho decir, pues fue la peor derrota para el priísmo poblano.

Aquí “Alito” ganó cuatro a uno sobre Ortega.

A pesar de las proclamas de triunfo, hasta en ruedas de prensa, los priístas que operaron esta elección a favor de Alejandro Moreno Cárdenas seguramente en su interior están insatisfechos y saben que hubo un fracaso en la operación.

Fueron los usuales, los Alcalá, los Doger, los Merino, los Rivera Sosa y su estela de etcéteras que no levantan cabeza desde 2010.

No se podría explicar de otro modo por qué, a unos días de este domingo 11 de agosto, estuvieron buscando a los militantes y cuadros que han amagado con expulsar por su suma al hoy gobernador Miguel Barbosa, en la pasada campaña.

A los cenecistas y ceneopistas que abandonaron sus filas, a las huestes de Leobardo Soto, de la CTM, y a muchos otros que incluso ya están abiertamente en otra trinchera.

Querían y necesitaban ayuda.

Si la relación de la nueva dirigencia nacional -que rinde protesta el domingo- es de colaboracionismo, como todo apunta, con el nuevo régimen, en Puebla habrá eco puntual.

En la entidad, los priístas de la cúpula ya tienen práctica en la sumisión -lo hicieron gustosos ante el morenovallismo- y seguramente serán unos ágiles aliados del gobierno barbosista.

Por supuesto, sin que el mandatario poblano lo haya solicitado y sin que siquiera de lejos lo necesite.

Es el nuevo PRI, uno que da más pena que nunca.

Con los viejos de siempre.

Con las prácticas de toda la vida.

Pero ahora en cenizas agonizantes.

gar_pro@hotmail.com

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