Claudia Rivera: seguir o dejarse caer

Lesly Mellado May

En octubre de hace tres años, cientos de profesionales trabajadores de confianza del ayuntamiento de Puebla acudieron al ritual de renunciar al concluir el trienio. Se trataba de profesionistas cuarentones y cincuentones que por no tener vínculos partidistas no fueron basificados, pero que eran expertos dedicados a tareas sustantivas en tesorería, administración, obras, desarrollo urbano… secretaría general.

Uno de ellos comentó: “Cómo le irá a Claudia Rivera si el trabajo más complicado que ha tenido en su vida es coordinar a unos cuantos encuestadores en el INEGI”. Y empezaron a enumerar los problemas que tendría la nueva presidenta al ser inexperta en la administración pública, pero también en política, negociación y dirección de personal, sólo por citar algunas habilidades necesarias para gobernar.

Atinaron, esas carencias hicieron tropezar a la primera mujer de izquierda en ocupar la presidencia municipal de Puebla, la cuarta ciudad más poblada del país.

Rivera se va cargando el fracaso electoral porque no pudo reelegirse y también se marcha sin dejar huella de la 4T.

Desde que arrancó su gobierno dio prioridad a las frivolidades: usar tenis, vestirse de catrina, recitar por las calles, brindar con el líder sindical, viajar a Europa, “fotoshopear” su imagen…

Las declaraciones también eran desafortunadas: no me dejen sola, les pido un poquito de paciencia, vamos a romper paradigmas…

Cuando acumuló suficientes desatinos y las opiniones pública y publicada empezaron a señalarlos se declaró víctima de violencia de género. Nada más lejano a la realidad, el panista Luis Paredes Moctezuma fue más criticado y no por ser hombre, sino porque al igual que ella abrió varios frentes de guerra: al interior de su partido, con el gobierno estatal y el sector empresarial.

Claudia Rivera no abonó al éxito de la 4T, pero sí al desencanto generado por los gobiernos locales morenistas que terminaron operando igual que sus antecesores.

La presidenta municipal no colocó en las agendas jurídica y mediática los abusos del gobierno morenovallista, en cambio sembró duda su cercanía a ese grupo político desde la campaña y después, mientras se desarrollaba el litigio por la gubernatura y AMLO le prometía a Miguel Barbosa que sería gobernador, ella estaba en primera fila en la toma de posesión de Martha Erika Alonso.

Tras fracasar en su intento de reelección continuó con los yerros: se despide quitando los barandales de las jardineras del zócalo que es una autorización expedita para que los poblanos las estropeen y entregando 100 plazas de base a quienes cree que son “incondicionales”. Nada distante a lo hecho por los “conservadores” del PRI y el PAN.

Claudia Rivera es joven. Puede autoevaluarse, reconocer sus errores y empezar de nuevo como cualquier ser mortal que tropieza o seguir cayendo mientras culpa a los demás por su desdicha.

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