Poblanos en El Edén

Lesly Mellado May

La refinería que se construye en Dos Bocas, Tabasco, pareciera lejos de Puebla, pero no es así.

En diciembre la vía al sureste se abarrotó, una hora para pasar la caseta de Amozoc, otro tanto para la de Esperanza… El panorama luce diferente a antes de la pandemia: en el “triángulo rojo” los puentes que pasan sobre la autopista a Orizaba estaban coronados por jóvenes que ondeaban franelas rojas ¿operadores de tránsito o vigías?

La policíaca estatal de Puebla estaba en puntos estratégicos hasta el límite con Veracruz, antes de iniciar el descenso a las cumbres de Maltrata. En territorio veracruzano, ninguna patrulla en una de las vías más peligrosas del país, en días de intenso tráfico y abarrotada de conductores jesuseando para no ser parte de las tantas historias de familias asaltadas a mano armada.

Es cierta la versión oficial, la parte de Puebla está vigilada; la de Veracruz, no.

Los peligros no terminaron. El puente de Fortín (Metlac) estaba lleno de vehículos ligeros y pesados varados a lo largo de sus 360 de longitud. No había buena circulación en la caseta y la construcción de 130 metros de altura se bamboleaba como columpio. Otra jesuseada.

En la autopista que conduce al sureste se nota el amor del gobierno federal. Está en condiciones casi perfectas incluso en tramos donde el suelo es fangoso y la naturaleza se ha resistido por décadas al asfalto y al concreto. Desde hace dos años le dan constante mantenimiento, como nunca antes.

La migración también es parte del nuevo panorama. En las gasolineras del estado de Veracruz hay cientos de centroamericanos pidiendo comida, dinero, ropa y zapatos para niños, buscando aventón. En la estación migratoria de La Venta, Tabasco, hay más actividad.

Desde Cárdenas se percibe que la economía tabasqueña empieza a despuntar tras el embate de los gobiernos priístas y panistas contra Pemex: ampliaron la vía a Villahermosa y al paso despuntan edificios nuevos.

Los cruceros en Villahermosa ya no albergan chiapanecos, ahora son familias de haitianos las que sortean la vida con la buena voluntad de los automovilistas.

Tras cruzar la capital tabasqueña se llega al municipio de Centla que colinda con Paraíso, donde está Dos Bocas. Centla es el sitio de los pantanos y los ríos, era de villas pequeñas con economías precarias. Hoy por todos lados circulan motocicletas, los lugareños salen muy temprano a trabajar a la construcción de la refinería, las tiendas se multiplican, construyen hoteles y la tierra junto a los manglares y los ríos que antes nadie quería “ni regalada” ahora vale y mucho.

En un par de años, el “monte” donde la riqueza era el pasto para el ganado, el coco y el camarón de bajo, ahora cuesta un pocotón, dicen los tabasqueños. Y es que las compañías que llegaron a la edificación de la refinería han rentado cientos de hectáreas por varios años, las inmobiliarias que se hicieron de zonas aledañas a la refinería y a áreas costeras han comenzado a lotear y hacer viviendas, aprovechando que en Tabasco la tierra es, era, mucho más barata que en el centro del país.

El paisaje rural se está modificando. Los corredores propios de las casonas del trópico están resurgiendo tras décadas de olvido y ahora vuelven para competir contra casas “tipo gringo” que mandaron a edificar los migrantes, y algunas otras “modernas” pero nada funcionales para las altas temperaturas.

El auge económico ha llevado a tiendas de la capital tabasqueña a abrir sucursales en las villas aledañas a la refinería. Y ahí entran los poblanos. Los tianguistas de Texmelucan se hicieron de un predio en la zona y cada domingo llegan a vender. Aunque de proporciones mínimas junto a la gran plaza de San Martín, los comerciantes apuestan a quedarse mientras se mantenga en pie el proyecto lopezobradorista.

La ruta comercial de los poblanos por allá no es nueva. En los setenta, los habitantes de lo que hoy llamamos “triángulo rojo” eran conocidos en Tabasco como los “vendeajos”; llegaron con el boom petrolero y muchos se quedaron ahí. Quien diría que a la vuelta de los años, los nietos de los productores agrícolas terminarían pinchando ductos y trepados en los puentes ondeando franelas rojas, marcando el camino a El Edén.

Esta historia como todas tiene sus asegunes. Sin duda, el primero tiene que ver con el medio ambiente, pues además de la gran cantidad de agua que se enviará de los ríos hacia la refinería, el aumento de población, el crecimiento urbano y la movilidad dejarán huella indeleble. El otro punto débil es la seguridad pública. “Ya nos cayeron los colombianos”, dicen los tabasqueños de Centla, Paraíso y Comalcalco que empiezan a padecer el gota a gota, el narcomenudeo y la extorsión.

Así las cosas en El Edén.   cumplirá su cuarto año como diputada federal, pues fue reelecta, pero no ha presentado ninguna iniciativa como promovente, no registró asistencias a las sesiones ordinarias por dos meses consecutivos y no ha llevado gestiones, obras o acciones, a los habitantes de su distrito. En cambio, es especialista en armar protestas que acaban a golpes o en las que azuza al secuestro. ¡Sí, al plagio de personas!

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