“¿THE DREAM IS OVER?”, EL DRAMA DE 65 MIL JÓVENES POBLANOS EN EU

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La pesadilla de 750 mil jóvenes extranjeros de distintas nacionalidades en Estados Unidos, de ellos las tres cuartas partes mexicanos, entre los que están alrededor de 65 mil poblanos, nuestros dreamers, se hizo lúgubre realidad. El riesgo de deportaciones masivas es más latente que nunca, luego de la revocación del programa Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por su sigla en inglés) -que había sido decretada por Barack Obama en 2012- por órdenes del presidente Donald Trump, y ahora empeora con los obstáculos que algunos congresistas republicanos han colocado para frenar una medida emergente a su favor, antes de que concluya la aprobación del Presupuesto en diciembre próximo.

Le han llamado Dream Act y busca de una vez por todas darle estatus legal a estos jóvenes que, de manera irregular, ingresaron a la Unión Americana antes de cumplir los 16 años de edad, y devolverles los beneficios que la anterior administración de la Casa Blanca les otorgó: permisos de trabajo, licencias de manejo y la garantía de que no serían desterrados.

Por todo el territorio del vecino país, jóvenes líderes viajan en estos días por algunos de los 50 estados y Washington D.C. para informar a sus paisanos de las acciones que implementarán para presionar a los congresistas a avalar el Dream Act.

Dan la lucha fuerte, inteligente y valiente en tierra ajena, aunque es tan de ellos por costumbre y por los años vividos, la vida que ha crecido allende la frontera que los vio nacer, y a la que, en la mayoría de los casos, nunca han visto, pues solamente existe en los nebulosos recuerdos de la primera infancia.

De Nueva York, en donde está la mayor concentración de poblanos, a Atlanta, Houston, a Los Ángeles, los mexicanos y, con especial entusiasmo los poblanos, buscan la solución para permanecer en Estados Unidos, en donde ha hecho sus vidas, en donde están sus familias y en donde se han trazado un futuro construido con esfuerzos e ilusiones.

Además de los problemas cultural, laboral y de movilidad humana que generaría la tan amagada deportación masiva de los dreamers, la arista más grave está en que actualmente las autoridades mexicanas, federales y en la mayoría de los estados, no cuentan con las condiciones para recibirlos.

Platiqué con la joven líder poblana Diana Sánchez, quien nació en Tehuitzingo,en la Mixteca, pero llegó a Estados Unidos apenas con un lustro de vida.

Ella advierte del riesgo y la larga y triste noche que le viene encima a los dreamers, si no se aprueba el Dream Act en el Capitolio.

Pasarían, aseguró, más de dos años para que una iniciativa similar, a favor de los más de 750 mil dreamers, pudiera siquiera presentarse.

Ya hay persecución -denuncia-, se engaña a estos soñadores con la promesa de que revisarán sus casos, solamente para hacerlos llenar documentos con datos actualizados, que luego pueden ser ocupados para una sumaria repatriación forzada.

Apenas revocó Trump, el pasado 5 de septiembre, el programa DACA, cayeron las nubes negras sobre los 65 mil dreamers poblanos que son susceptibles de la deportación.

El gobierno de Tony Gali casi de inmediato emitió entonces su posición y ofreció el apoyo jurídico para los dreamers poblanos, a través de las representaciones en Estados Unidos, las sedes de Mi Casa es Puebla en Passaic, Nueva Jersey; Los Ángeles, California, y Nueva York, Nueva York.

Los paisanos, nos dijo también Diana -integrante del Movimiento Santuario de Yonkers, de la Coalición del Valle del Hudson y United We Dream-, han recibido apoyo de los consulados mexicanos, principalmente el de Nueva York, y del Congreso del estado.

Sin embargo, la zozobra se convierte sudor frío de cada día para estos jóvenes, muchos de los cuales son egresados o estudiantes de excelencia, con postgrados y sobresalientes desempeños.

A pesar de toda la ayuda que se les pueda brindar, son ellos, los soñadores, quienes dan la mayor gesta.

Y es que se niegan a aceptar que “the dream is over”.

gar_pro@hotmail.com

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