JUAN CARLOS LASTIRI, EL GESTICULADOR

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El gesticulador que nos ocupa tiene la cualidad de adoptar la forma de su jefe en turno. Como los camaleones. Fue barttlista, melquiadista, marinista y, recientemente, sufrió una crisis de identidad, pues al tiempo que juraba lealtad a Miguel Ángel Osorio Chong y a Rosario Robles, lo hacía también con Rafael Moreno Valle, a quien ha servido como el más fiel de sus súbditos. Son varias las anécdotas que lo retratan de cuerpo entero, pero quizá en otra ocasión citemos alguna de tantas.

Nuestro personaje ha ido perdiendo de manera paulatina cada una de las máscaras que cubren su verdadero rostro.

Despojado de poder, apuesta a los grandes acuerdos que se realizan en las cañerías del poder político en Puebla, para acceder de nuevo a una posición que le permita mantenerse impune.

Impune de casos tan graves como #LaEstafaMaestra, que tarde o temprano terminará por alcanzarlo.

Siendo el PRI un partido de oposición en el estado, los espacios de poder con los que cuentan los priistas a la fecha son el control de la dirigencia estatal y las delegaciones federales.

Indudablemente que la mayoría de las delegaciones federales estuvo ocupada por integrantes del grupo lastirista.

De un día para otro, personajes sin ningún peso político se vieron instalados al frente de alguna delegación.

Los resultados son evidentes.

Durante esos años, la complicidad con el grupo morenovallista fue indudable.

Hoy ya no cuentan con esos espacios y fue tan pobre su desempeño que ni siquiera los ex delegados que fueron habilitados como candidatos a algún cargo de elección están seguros de triunfar.

Su preocupación contrasta con su ineficiencia en todos los aspectos.

Quizá por ello sólo se promueven así mismos, pues si a los verdaderos operadores, a los de abolengo, les resulta prácticamente imposible realizar esta práctica, mucho menos a estos personajes snob.

La reconfiguración de los grupos políticos en el estado está en marcha, tal y como hemos escrito en columnas anteriores.

Y parece que cada día que pasa se convierte en un clavo al ataúd para el grupo encabezado por Juan Carlos Lastiri, el oriundo de la Sierra Norte.

Por más que el morenovallismo le haya asegurado su acceso al Senado gracias a los acuerdos con su padrino Osorio Chong.

Nuestro personaje, sin palabra, amigo sólo de sus intereses privados y experto como lo es en traiciones, aún tiene reservado un lugar de honor en el cochinero de la historia y dudo que ésta lo absuelva.

El candidato Enrique Doger ya lo tiene medido y detectado.

Lastiri pretende aplicarle la misma receta que a Blanca Alcalá en 2016, cuando la vendió y abandonó sin piedad.

Pero la duda queda: ¿el gesticulador se volverá a salir con la suya?

¿O será Doger quien le ponga un alto a quien ha hecho de la intriga y la mentira, su práctica de vida?

gar_pro@hotmail.com

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