¿Quién odia a Blanca Alcalá?

Arturo Luna Silva

¿Qué hay detrás de los ataques recibidos en los últimos días por Blanca Alcalá? O mejor dicho: ¿quién está detrás?

¿Por qué tanta virulencia?

¿De dónde el encono?

¿Qué tiene que ver esa campaña de descrédito con la carrera, loca carrera, por el 2010?

¿Y qué con el “carro completo” en Puebla capital, para el que -les guste o no- ella también contribuyó?

¿De quién es la mano que mece la cuna?

¿Quién teme a la presidenta municipal?

¿Quién odia a Alcalá, que no ha dicho “sí” pero tampoco “no” y quizá esa indefinición sea la causa de la molestia?

¿O lo son las encuestas, donde, pese a todo, sigue bien valorada por los ciudadanos de la Angelópolis?

¿Qué pasaría entonces si la alcaldesa hablara claro y cometiera el “pecado” de expresar en voz alta sus aspiraciones a Casa Puebla?

¿La mandarían a la hoguera?

Y es que resulta que el caso de la niña que el pasado 5 de julio desafortunadamente murió debido a una negligencia por parte de trabajadores sindicalizados del entorno del dirigente Israel Pacheco, ha sido el pretexto perfecto para que los enemigos de la alcaldesa salgan de sus madrigueras y hagan del mal momento por el que atraviesa la gestión municipal debido a la tragedia, una noche de cuchillos largos.

En el reparto de culpas, que sin duda existen y ya se están castigando, extraña la abierta intervención tanto de grupos ajenos al ayuntamiento como de “emisarios del pasado”, todos interesados en destruir, en sembrar la duda sobre la calidad moral y ética de la alcaldesa, y no sólo eso: en tratar de atribuirle toda la responsabilidad del lamentable suceso.

¿Qué hace un tipo como Israel Pacheco, con ligas políticas marinistas y dogeristas, presentándose ayer como un vil peleador de barrio en plena sesión de Cabildo para exigir la renuncia (¡Dios mío!) de la presidenta, cuando todo Puebla sabe que fueron sus muchachitos los negligentes que omitieron podar el árbol del zócalo cuyo tronco, al caer, causó lesiones mortales a la menor?

¿De dónde saca tanta valentía?

¿Quién anima a este aprendiz de mafioso, cuya credibilidad es inversamente proporcional a su despotismo?

¿Es casual su comportamiento?

¿A poco se manda solo?

¿Quién es, pues, el titiritero, y con qué fines?

¿Tanto miedo les da que Blanca Alcalá pudiese tener algún interés en participar en el proceso interno del PRI para el cercanísimo, hoy más que nunca, 2010?

¿Pues no que “ya no le da tiempo”?

¿Pues no que firmó su “muerte” política al comprometerse ante notario público a terminar su periodo de tres años al frente de la comuna?

¿Entonces cuál es la preocupación?

¿Quién los entiende?

Y es que se comprende que en aras del poder, la jauría -de la que forman parte no pocos medios- se lance a destruir al potencial adversario; a ése, el único que podría hacer sombra.

Lo que no se justifica es que se lucre políticamente con la muerte de una pobre niña, con el inagotable dolor de sus padres, y que a partir de esto se haga toda una campaña de descalificación y golpes bajos, no solo tolerada sino alimentada desde centros de poder bien focalizados.

Quizá la propia Alcalá esté pagando las consecuencias de la indefinición, del temor a “molestar al patrón” y de decir -al estilo Capulina- que “no lo sé, a lo mejor, quién sabe”.

También sin duda de su mal tino para contar con un equipo que dé la cara por ella, que salga a defenderla y que asuma el costo político del desgaste de gobernar (¿de qué le sirve un Víctor Manuel Giorgana, que se esconde bajo la cama cada vez que hay problemas; o un Juan de Dios Bravo, que responde a otros intereses, que no son lo de la alcaldesa; o un síndico como Román Lazcano, que juega a ser grande cuando es muy pequeñito?).

Pero de eso a ser linchada por algo que además no es, no ha sido, ni puede ser su responsabilidad directa, hay un mundo de distancia.

Por eso la pregunta: ¿quién, quién odia a Blanca Alcalá?

Lo único bueno es que no tardaremos en darnos cuenta.

gar_pro@hotmail.com

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