Puebla ha disminuido poco su movilidad.
En la medición que realizó la empresa Apple, con base en aplicaciones de celulares, la capital poblana rondó los peores índices en el distanciamiento social, en el país.
La capital quedó por debajo de la media nacional en todos los rubros evaluados.
Mientras bajó 65 por ciento su movilidad para compras y entretenimiento, no logró ni siquiera 50 por ciento de reducción en trabajos y transporte.
La percepción cotidiana, la experiencia propia lo corroboran.
Ejemplos hay muchos.
En algunos bancos hay innecesarias aglomeraciones.
Se forman filas sin cuidado en la distancia requerida para evitar potenciales contagios.
Mientras, en algunos supermercados hay todas las medidas de cuidado, en otros no y acuden familias enteras, literalmente con niños y abuelitos.
La mayor parte del Centro Histórico dibuja una ciudad casi fantasma, pero todavía en los portales frente al Zócalo hay algunos cafés abiertos.
En avenidas transitadas, hay comercios abiertos que no justifican su funcionamiento a estas alturas, ya decretada este martes la Fase 3.
¿Florerías, venta de chapas, lozas y mosaicos?
¿De verdad son mercancías indispensables ahora?
Los lunares de desobediencia se reproducen conforme se avanza a la periferia.
Bosques de San Sebastián, adelante de la muy habitada zona de Amalucan, parece vivir en un mundo distinto.
El fin de semana hubo torneo de futbol en sus canchas, con cerveza y grupitos, frente a la policía, que no hizo nada.
Este martes, hubo tianguis.
Se organizan pachangas en las unidades.
Es solamente un ejemplo, que se repite por toda la ciudad.
Solamente se justifica la movilidad de quienes dan el rostro al Coronavirus en las calles, para evitar que esta ciudad se detenga.
Para los demás, el trabajo y la obligación es solo una: quédate en casa.