LA MANO DE MARCELO EBRARD EN LA CASA BLANCA

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Lejos, y por mucho, de todos los pronósticos, la visita de Andrés Manuel López Obrador a la Casa Blanca y a su homólogo estadounidense Donald Trump no resultó tan catastrófica como se esperaba.

Las personalidades explosivas de los dos mandatarios, tan dados a improvisar y muchas veces a caer en graves errores, de comportamiento y de palabra, se quedaron contenidas.

Los dos lograron meterse en un intercambio de halagos, impensable desde las previsiones.

En sus respectivos discursos, ni el mexicano ni el estadounidense eludieron los temas espinosos, como la pandemia del COVID-19 y la migración.

López Obrador aseguró que el magnate no ha tratado a México como una “colonia”, aunque las evidencias muestran lo contrario: amenazas de aplicar aranceles a la primera provocación y obligar a AMLO a habilitar de “muro” a la Guardia Nacional para contener la migración proveniente de Centroamérica, entre otros asuntos de la relación bilateral.

En campaña y urgido de usar al mexicano para recuperar el voto latino, Trump tuvo palabras de reconocimiento a la comunidad migrante mexicana, a la que en los hechos a maltratado y perseguido; el estadounidense tuvo esas palabras de elogio por supuesto en el contexto de la búsqueda de la reelección, que deberá definirse en noviembre.

Hay al menos 16 millones de votos de méxico-americanos, que no le vendrían mal.

En fin, fue una decorosa, exitosa y muy cordial reunión de dos naciones “amigas”.

Por supuesto habrá múltiples formas de abordar el análisis, pero sin duda una que no puede soslayarse es la que señala al principal constructor de este insólito resultado.

El canciller Marcelo Ebrard Causabón nuevamente se dejó ver como un hábil político, el que necesita López Obrador a su lado, hablándole al oído.

El ex jefe de Gobierno de la Ciudad de México ya había logrado contener algunos temas desbocados sobre el COVID-19.

De hecho, es él, no hay que olvidarlo, formalmente el coordinador de toda la estrategia nacional en torno a la pandemia.

Sigue dando Marcelo -para muchos un “vicepresidente” de facto- pasos firmes hacia la sucesión, aún lejana, de 2024.

Él, del lado mexicano, fue quien consiguió este clima de cordialidad en esta reunión que se pronosticaba de alta dificultad.

Que incluso se veía como un desfile sobre campo minado.

Según se observa en las fotos y videos oficiales, Trump y López Obrador tuvieron un razonable nivel de simpatía.

Química le llaman algunos.

La mano de Ebrard se vio en la Casa Blanca.

Los datos de que el tabasqueño viajó en una línea comercial, de si hubo protestas, tanto como aplaudidores, en torno a sus actos, quedaron apenas en el anecdotario.

La esencia deja buenos dividendos a los dos presidentes.

No se podía pedir mucho más.

Fue una vista de trabajo en torno al T-MEC.

Donald Trump se quedó con el momento que le hacía falta a su campaña, para hacerle un guiño definitivo a la comunidad migrante mexicana y a la latina en su conjunto.

Pero López Obrador tampoco se fue con las manos vacías.

Desde Washington, pudo ver cómo se le ofreció, en Miami, Florida, a mil 053 millas de distancia, una ofrenda.

El arresto con fines de extradición del ex gobernador priísta de Chihuahua, César Duarte Jáquez.

Así, todos contentos.

gar_pro@hotmail.com

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